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'Palabras de acerada proa”

“Madrid redescubre en su poesía los signos universales que proponen reflexiones trascendentales”

14.02.2019

Tegucigalpa, Honduras
Hay una característica que determina la poesía de Marco Antonio Madrid en cuanto se comienza a leer: el oficio; un refinamiento formal del lenguaje poético en armonía con lo que aspira a expresar.

Alejado de las modas y su simulacro, este poeta hondureño redescubre en su poesía los signos universales que proponen reflexiones trascendentales en el tiempo. Una poesía alejada del espectáculo que definía Debord y que se sabe a sí misma como evidencia y reflexión sobre la vida.

Madrid ha publicado “La blanca hierba de la noche” (2002), “La secreta voz de las aguas” (2010) y “Palabras de acerada proa” (2018). Sara Rolla dice que la poesía de Madrid posee “sobriedad y poder de síntesis”. Juan Carlos Mestre sugiere que “vuelve a tener sentido la pregunta sin respuesta de la necesidad de la belleza” y Felipe Rivera Burgos que revela “verdades mucho más poderosas y palpables, más vivas, más plásticas que lo que está ante nuestros ojos”.

El libro “Palabras de acerada proa” posee un signo unitario; compuesto por veintidós poemas de entrañable manufactura que discursan, casi de manera mística, sobre el retorno y la monumentalidad de la pérdida del ser humano.

Pero no es lo trágico lo que anuda los sucesos redimidos por el poema, es la contemplación de quien vive e insiste en preguntarse sobre el pasado en un presente que se desmorona y se diluye.

Desde los afanes de la precariedad a la grandeza de la sabiduría, desde quien intenta comprenderlo todo para asirse a la luz con alguna certeza ante las duda del presente, Madrid aúna sus reflexiones en la imagen del mar, sin embargo, ese denso mar es el de la poesía, que una y otra vez toca al hombre que siempre retorna a ella creyendo encontrar reposo y respuestas: “La poesía ataviada con las sombras desciende con sus hijos (…) y con el poeta viajaban todos los destierros, todos los exilios”.

Otra vez Madrid nos sorprende con un libro que bordea los hexámetros de ese mar donde el regreso y la partida no sólo son temas literarios, sino designios dispersos.

Un libro surgido de los claroscuros elegiacos que nos permiten hilar la memoria individual del ser humano que pregunta a sus lecturas por la intemporalidad y la orfandad “para curarnos del primer dolor”.