Las lluvias dejadas por la depresión tropical Eta provocaron que el caudal creciera tanto, que arrancó las paredes de madera contrachapada que con mucho esfuerzo construyó con su venta de verduras. En minutos, el agua le había llegado a las rodillas, por lo que cargando a sus hijos en los hombros, abrió un hueco en la pared y por ahí lograron pasarse a la casa vecina para luego acudir a un albergue, no sin antes observar cómo el río se llevó sus camas y otros enseres.
Durante varios días se alojaron en el kinder Betulio Vásquez de la colonia Betania -lugar donde residen- sin embargo, a medida 'pasó el peligro', ellos y las otras 31 familias damnificadas fueron desalojadas para tener que volver a sus casas.
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El pequeño Milton Jassiel ahora vive con su abuela, quien reside en el mismo sector, pero unas cuadras más lejos del río. 'Mi niño no duerme, no está comiendo, porque dice que tiene miedo por lo que nos pasó, son las 3:00 de la mañana y está despierto, porque él siente que en cualquier momento el río va a volver a llevarnos todo y que esta vez no podremos salir', lamentó la acongojada madre.
'Me da insomnio, no puedo dormir, cuando cierro los ojos me parece que el río va a crecer y se va a llevar todo', relató Milton Jassiel a EL HERALDO. El niño además confió que cuando esas sensaciones lo invaden comienza a orar y su única petición es la misma: 'que el río no nos lleve nada'.
'El lugar sinónimo de protección, es ahora el que pone en peligro sus vidas'
EL HERALDO consultó a la psicóloga Patricia Mackay, experta en el tratamiento clínico y atención psicosocial en desastres, quien se refirió al caso particular del pequeño Milton y a los efectos que estos fenómenos dejan en los hondureños.Para Mackay, la reacción del niño es entendible, pues luego de las catástrofes naturales el esquema psicológico de los hondureños se alteró y hace que las personas piensen que 'el lugar que antes era sinónimo de protección (su hogar) ahora es el que pone en peligro sus vidas', sumado a ello, lidiar con estos efectos tomará mucho tiempo.
La especialista en salud mental aconseja entonces que ante problemas grandes se deben buscar soluciones reales, incluso en el caso de los niños, a quienes no se les debe decir que las cosas se solucionarán mágicamente, pues eso al final les dañará más.
Mientras tanto, doña Sandra, Milton y el resto de integrantes de la familia continuarán luchando con sus miedos, al río y a otros problemas latentes en esta olvidada comunidad de la ciudad, porque además de superar sus traumas, deben intentar subsistir. Si usted desea apoyarles de alguna manera, puede llamarlos al teléfono: 8785-6987.
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