Quien llega a Yuscarán para apreciar sus sitios coloniales y conocer su rico legado histórico, podría ser sorprendido al ver cómo desde el cielo descienden atrevidos montañeses que han encontrado en las alturas de Honduras, sitios perfectos para divertirse volando.
Y es que este deporte extremo conocido como parapentismo, iniciado en las montañas de Francia a finales del siglo pasado, comienza a dar sus primeros pasos en nuestro país, precisamente en el imponente cerro Monserrat, que es parte de la reserva biológica de Yuscarán, en el oriente de Honduras.
La práctica de este deporte en el país había sido hasta ahora desconocida, pero las ansias de aventura y la experiencia de un ciudadano canadiense residente en el país, han despertado la inquietud de muchos hondureños que aman la práctica de los deportes extremos.
“Aprendí este deporte hace 11 años en las montañas de Canadá, esto es para mí una pasión”, dice Jeffrey Miller, quien espera en el futuro hacer del parapentismo una práctica habitual en Honduras.
Yuscarán, ideal para volar
Para encontrar el lugar idóneo desde donde hacer sus lanzamientos, Miller relata que recorrió buena parte de la zona oriental del país, y que al llegar a Yuscarán, supo que este era el sitio perfecto.
Vale la pena mencionar que la primera vez que decidió lanzarse desde este lugar, sorprendió no solo a los pobladores de la pintoresca ciudad, sino también a sus autoridades, quienes inmediatamente llamaron a la Policía para que averiguaran lo que estaba pasando.
“Afortunadamente, no tuve que ir a la cárcel”, dice mientras sonríe y destaca que ahora tiene muchos amigos en Yuscarán.
Ahora, la escena de los extranjeros volando desde el Monserrat es familiar para los pobladores. Los niños se reúnen en el campo de fútbol para esperar el aterrizaje, los que al llegar son recibidos con aplausos.
Uno de los vuelos desde esa localidad que Miller más recuerda, es uno en que duró en el aire al menos cinco horas, volando por localidades diferentes como Ojo de Agua, Teupasenti, Villa de San Francisco y San Juancito, para luego aterrizar en Talanga.
Anteriormente había vivido esta experiencia también en Amapala.
El vuelo ideal
La ciencia del vuelo del parapente se basa en las corrientes térmicas y en las corrientes dinámicas. Estas se producen al calentarse una masa de aire por conducción, es decir, por el contacto del aire sobre un suelo que ha sido calentado por los rayos del sol.
Dicha masa de aire se dilata al elevar su temperatura y resulta más ligera que el aire circundante, esta ascensión de aire caliente, llamada térmica, se convierte en el motor para el vuelo.
Miller explica que los vientos suaves y la orientación de la montaña en contra del viento, han sido dos de los aspectos por los cuales eligió al cerro Monserrat para hacer de este, su cómplice en la aventura.
Club de parapentismo
Por ahora el anhelo de este ciudadano canadiense, quien también ha hecho de Honduras su país, es que más personas aprendan a usar las “alas”, y así formar un club de parapentismo nacional, como lo hay en otros países del mundo.
Aprender a lanzarse desde las alturas podría llevarle a una persona aproximadamente un año, según explica este pionero, pero la vivencia de aprendizaje es también divertida.
Se estima que el costo del equipo para practicar este deporte, ronda los 2,500 dólares.
“Se comenzaría practicando en un campo para aprender a controlar el ala y jugar con el viento, luego se hacen lanzamientos desde una colina de poca altura, y quizá después de un año se pueda hacer desde una montaña alta”, explica, para luego expresar su disposición en compartir con otros sus conocimientos en el arte de volar, como lo ha hecho ya con turistas extranjeros que se enteraron de alguien en Honduras que también se atrevió a desafiar los cielos.