TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Acostada en su cama, la enfermera Xiomara Gómez, de 45 años, resiente las secuelas que le causó el covid-19 y se recupera poco a poco.
El 19 de junio comenzó a sentirse mal, días antes estaba cansada, sudaba mucho, pero seguía trabajando en la sala de covid-19 del Hospital San Felipe. Aún no les habían hecho pruebas a las enfermeras de la sala.
En la sala estuvo la madre de una compañera de ella, estuvo muy grave y falleció, su compañera también dio positivo a covid-19 y ella fue la paciente que la contagió.
Ese mismo día fue al Seguro Social, le hicieron los exámenes y le salió una infección urinaria, le dieron medicamentos, antibióticos y tres días de incapacidad. Luego empezó con fiebre, se sentía más cansada y débil.
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A los tres días volvió a ir al Seguro, le hicieron otro hemograma, después le dijeron que era un dengue y se fue deteriorando.
Cansada de que en el IHSS no le dieran una respuesta efectiva se fue a una clínica privada donde le confirmaron que sí tenía covid-19.
Una tía, que también es enfermera, le gestionó que le hicieran una placa de rayos X en sus pulmones, la que reveló que tenía neumonía... le dijeron que iban a internarla.
“Me despedí de mis hijos, fue horrible, yo me sentía muy mal y yo sabía que tenía una neumonía, mis hijos llorando y decían mi mamá se nos va a morir”, recordó con lágrimas.
Xiomara reconoció que “es la experiencia más dura que he podido vivir, porque no sabía si iba a volver a ver a mis hijos y a mi esposo”.
Lamentó que le tocó ver morir personas, ella estuvo cuando se reportó lo peor de la crisis, no habían cupos, estaba lleno el hospital.
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“Llegar a esa sala de covid-19 como paciente fue lo más duro que he vivido en mi vida, ver morir gente, tanta gente enferma con oxígeno, ahogándose sin poder respirar”, comentó.
Oraba, todas las noches le pedía a Dios que la levantara de esa camilla para seguir ayudando a las personas enfermas y más que la mayoría de sus compañeras estaban contagiadas, había poco personal, le imploraba a Dios que la sacara de esa sala.
“Ser paciente y ser enfermera es muy difícil porque yo quería levantarme de esa cama para ayudar a los enfermos y a mis compañeras saturadas de trabajo, algo duro, no estaba preparada para eso”, recordó con tristeza.
Xiomara estuvo siete días hospitalizada, ingresó el viernes 25 de junio y salió de alta el 3 de julio. Al llegar a casa abrazó a su esposo y a sus dos hijos, lloraron de felicidad al volver con vida.