Honduras

Guerra del 69 entre Honduras y El Salvador: '¡Soldados, aquí solo Dios con nosotros: 1, 2, 3 fuego!'

FOTOGALERÍA
14.07.2017

Tegucigalpa, Honduras
Eran las 6:00 de la mañana del martes 15 de julio de 1969, de pronto se escucha una voz de trueno que dice: “¡Soldados, aquí solo Dios con nosotros! Defendamos la patria, uno, dos, tres, ¿listos? ¡Fuego!”.

Era la voz de mando del entonces mayor Policarpo Paz García, quien comandaba las tropas que fueron desplazadas a la zona sur, en la jurisdicción de Nacaome, La Arada, Langue, Alianza y Aramecina, municipios que habían sido invadidos por unos 500 soldados salvadoreños.

Paz García se convirtió en uno de los héroes de la guerra del 69, que se caracterizaba por ir al frente de la tropa y por pelear al lado de sus compañeros.

Los soldados caían de uno y otro lado, pero poco a poco el enemigo fue cediendo gracias al apoyo de las unidades de combate de la Fuerza Aérea Hondureña (FAH) que jugaron un papel protagónico en la guerra que al final fue muy cruenta.

“Cuando escuchamos la voz de mando de Paz García a los enemigos los teníamos a 40 metros. En ese momento solo pensamos en la muerte, pero luego uno se va olvidando de todo y más lo enardece cuando ve a su patria pisoteada y ver tantos vejámenes sufridos por nuestros compatriotas”, recuerda Elías Aguilar Briceño, exsoldado de la FAH que le tocó combatir vía aérea y terrestre.

Se estima

que la guerra dejó
un saldo de 5,000
muertos entre los
dos bandos.

Aguilar Briceño abunda en elogios hacia Paz García: “iba adelante, era un hombre de combate, no era de los hombres que iba a tirar a sus soldados de carnada”.

Paz García posteriormente fue parte de la Junta Militar de Gobierno y jefe de Estado provisional mientras se daba vida al retorno constitucional de 1980.

La tarde y noche del 14 de julio de 1969 El Salvador invadió a Honduras a lo largo de su frontera, especialmente por la zona de occidente y sur mientras sus aviones de combate bombardeaban la base de la FAH.

En el sur se tomaron los municipios fronterizos y lo mismo hicieron con Ocotepeque y Copán.

La guerra encontró a Honduras desprevenida y en clara desventaja en número de efectivos, formación y calidad de armas. Sin embargo, el valor, el coraje y la convicción de salvar la patria herida al final se impuso.

“Nosotros estábamos en desventaja tanto en gente como en armamentos. Si nosotros hubiéramos tenido un equipo más sofisticado hubiéramos marchado hasta El Salvador”, dice Aguilar Briceño, hoy presidente de la Asociación de Veteranos de Guerra, quien recuerda que en cierto momento la tropa hondureña pidió más munición y les contestaron que no las podían mandar al instante “porque las estaban lavando, eran muy viejas”.

“Nosotros no estábamos preparados, pero ocurre que el que no tiene la mala intención no se prepara”, argumenta el entrevistado.

Excombatientes hondureños en un desfile reciente, ellos forman la familia de veteranos de guerra.

Excombatientes hondureños en un desfile reciente, ellos forman la familia de veteranos de guerra.

La FAH y sus pilotos

La Fuerza Aérea Hondureña (FAH) afortunadamente estaba preparada y gracias a la pericia de sus pilotos que ayudaron a las tropas terrestres se logró sacar a los salvadoreños de tierra hondureña.

Francisco Zepeda Andino fue uno de los pilotos que junto a Fernando Soto, Walter López Reyes, Roberto Mendoza Garay, Carlos Aguirre, Marco Tulio Rivera, Edgardo Mejía, Mario Chinchilla, Óscar Daniel Sosa, Rafael Salgado, Héctor Castro Cabús, Gustavo Acosta y otros hicieron historia

. Soto se dio el lujo de derribar tres aviones del enemigo en una misma misión.

“Mi capitán Zepeda, véngase inmediatamente que nos están bombardeando”, cuenta Zepeda Andino en su “Diario de guerra”. “Las palabras del sargento Banegas son como un rayo caído en el cuerpo. Jamás nos imaginamos estar involucrados en una situación real de guerra”, añade.

La FAH preparó su plan de respuesta a la agresión. A partir del bombardeo a Toncontín, aviones corsarios salieron en busca del enemigo y horas después estaban bombardeando a las tropas agresoras y objetivos salvadoreños.

El capitán Soto en su aeronave era perseguido por aviones salvadoreños, pero de repente hizo una maniobra en picada y los dejó que pasaran para después perseguirlos y derribar primero dos y después un tercero en una misma misión. Soto fue declarado héroe nacional años después.

En esta imagen del recuerdo, combatientes hondureños.

En esta imagen del recuerdo, combatientes hondureños.

El ambiente prebélico

La década de los sesenta generó una emigración masiva de campesinos salvadoreños a Honduras. Eran los tiempos de la reforma agraria, de las presiones que recibía el gobierno de Oswaldo López Arellano de parte de los sectores campesinos hondureños.

Los salvadoreños, según las cifras reveladas en aquel momento, llegaron a sumar unos 300 mil en territorio hondureño, constituyendo un 12% de la población.

Se produjeron varias tomas de tierras, lo que generó el reclamo y la presión hacia el gobierno de los terratenientes que acusaron a los salvadoreños de estar detrás de las ocupaciones. Vinieron los desalojos de familias campesinas salvadoreñas que tuvieron que regresar a su país.

Esto no agradó al gobierno del general Fidel Sánchez Hernández, quien reclamó y comenzó a planificar la agresión. Los empresarios hondureños también estaban inconformes con El Salvador por la balanza comercial desigual en el marco del Mercado Común Centroamericano.

Honduras y El Salvador tenían que jugar dos partidos eliminatorios para el mundial de fútbol de México 1970.

El primero se jugó el 8 de junio en Tegucigalpa, fue ganado por Honduras uno a cero. El segundo fue disputado en San Salvador el 13 de julio, donde salió victorioso El Salvador con un marcador de tres a cero.

El partido fue jugado en condiciones adversas. El Himno Nacional y la delegación hondureña fueron irrespetados por los aficionados salvadoreños inducidos por la prensa.

Previo a estos dos partidos ya se habían producido agresiones salvadoreñas. El 3 de julio un avión hondureño fue derribado por un obús salvadoreño y diez días después el puesto fronterizo de El Poy fue objeto de ataque con morteros.

La situación estaba tensa cuando se realizaron esos dos partidos de fútbol que se convirtieron en un detonante, pero no en la causa de la guerra.

Las verdaderas causas de la guerra “se encuentran principalmente en la posición que los dos países ocupaban en el seno del Mercado Común Centroamericano”, según conclusiones de André-Marcel d’Ans en su obra “Honduras: Emergencia difícil de una nación, de un Estado”.

El Estado les hizo justicia al pensionarlos

Al momento de la entrevista, Elías Aguilar Briceño recibió la triste noticia de que cuatro excombatientes de guerra acababan de fallecer por muerte natural.

Él es el presidente de la Asociación de Veteranos de Guerra que agrupa a 3,731 defensores de la patria, pero restándole los cuatro fallecidos, solo quedan 3,727.

De 2001 a la fecha han muerto 800 veteranos. El año pasado fallecieron 107 y en lo que va del año 62.
El ambiente que a diario se ve en la pequeña oficina ubicada en el barrio La Ronda de la capital es de camaradería, de conversaciones y de noticias tristes.

Desde que se formó la asociación en 2001 los veteranos la frecuentan casi a diario, es el lugar indicado para reencontrarse y recordar aquellos momentos duros, difíciles, en los que se jugaron la vida por sacar a los invasores.

La asociación tiene oficinas en casi todo el país. Ellos las llaman comandos, recordando las unidades militares donde estaban asignados en 1969, año de la guerra.

A partir de esa cruenta guerra donde murieron unas cinco mil personas entre los dos bandos, los veteranos iniciaron un proceso de desgaste natural.

Ahora que la mayoría pasa de los 70 años luchan por sobrevivir con los 10,168 lempiras que les asigna el Estado como pensión. La lucha por conquistar esta ayuda fue dura, agitadora. Tuvieron que pasar más de 30 años para que el Estado reflexionara y aceptara darles una pequeña ayuda que por lo menos les sirve para comprar los medicamentos.

“Esa diabetes y esa presión arterial están haciendo destrozos con los compañeros”, dijo Aguilar Briceño, presidente de la Asociación.

Lamentó que pese a haber servido a la patria, de haberla defendido con convicción y valentía, ellos no tienen derecho a los servicios de salud del Hospital Militar ni del Seguro Social.

Los que se enferman tienen que ir a velar por un servicio de salud al Hospital Escuela. Pero así es la vida. Los excombatientes no se arrepienten de haber defendido la patria, mancillada la noche del 14 de julio de 1969, hace 48 años.