Honduras

Mirna Elvir, una guerrera que lucha contra dos enfermedades crónicas por sus hijos

El amor que las madres sienten hacia sus hijos es la fuerza que las hace salir adelante, sin importar las tempestades u obstáculos de la vida
12.05.2024

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Las madres son consideradas el pilar fundamental de los hogares. Dedicadas no solo al cuidado de sus hijos y en muchas ocasiones, a atender el hogar, sino a la crianza y educación de sus retoños. Más allá de ser un pilar en la familia, también lo son para la sociedad.

Ser madre ya requiere de un rol de mucha responsabilidad y exigencia, imagínese ahora ser la matriarca de la familia padeciendo dos enfermedades crónicas; sin embargo, el amor es el principal motor para seguir adelante por los hijos.

En este Día de la Madre, EL HERALDO conversó con Mirna Xiomara Elvir Rodríguez, quien a pesar de padecer de epilepsia y lupus, ha estado presente en la vida de sus tres hijos como una mujer fuerte, cuyo amor se antepone ante las adversidades de salud.

Madre e hija se unen en emprendimiento de detalles hechos con amor

Doña Mirna es una hondureña de 56 años que nació un 9 de octubre de 1967 en Tegucigalpa, aunque parte de su niñez y primeros años de adolescencia los vivió en Pespire, Choluteca.

Madre de tres hijos: Mirna Yaneth, José Fernando y María José, la señora Elvir se describe como una mujer de gustos sencillos, disfruta de ver televisión, pasar tiempo con sus perros, cocinar y mirar como siguen creciendo sus hijos, quienes ya son adultos.

También destaca que en su juventud sobresalía en ella su carácter fuerte, pero que con el pasar del tiempo y las vicisitudes ha aprendido a tomarse las cosas con calma.

El inicio de una enfermedad tormentosa

A sus 14 años, siendo aún una joven, Mirna Elvir tuvo su primer ataque epiléptico cuando se encontraba bañándose en un río en Pespire, aunque en ese momento ni ella ni su familia entendieron por qué convulsionó. El episodio generó alarmas en su madre, quien decidió llevársela a vivir a la ciudad capital para ser tratada.

Con el tiempo fue diagnosticada con epilepsia, pero como la crisis no se repitió, ella y su familia vivieron algunos años en aparente calma.

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Un hogar

Cuando Mirna cumplió 23 años tuvo a su primera hija, Mirna Yaneth (34 años). Lamentablemente, le tocó enfrentar el duro reto de ser madre soltera, pues el padre de la niña no quiso asumir su paternidad. Aunque fue un duro golpe, Mirna afrontó la situación de forma valiente, como muchas hondureñas, comenzó a trabajar aún más para sacar adelante a su hija.

Pasado el tiempo, Mirna conoció a José María Oyuela, un buen hombre con quien formó un hogar y procreó a sus otros dos hijos: Fernando José (28 años) y a María José (23 años).

“Yo lo conocí en una fiesta de 15 años, que me invitaron. Él me lleva 10 años más yo; lo miraba más viejo, pero así es el amor”, relató.

La diferencia entre el señor Oyuela y la primera pareja de doña Mirna fue abismal, pues a diferencia de huir, la noticia del embarazo cuando esperaba al primer hijo que procrearon juntos le trajo mucha emoción. “Como era su primer hijo varón, también estaba encantado, con mucha alegría”, afirmó.

Una fiesta de 15 años hizo que José María y Mirna, desconocidos en ese entonces, se unieran para formar un hogar.

Todo marchaba bien, pero las convulsiones por epilepsia volvieron con el nacimiento de su última hija, María José. “Desde los 14 años no había vuelto a convulsionar hasta cuando María José tenía como diez días de nacida”, contó.

Luchando contra enfermedades y las injusticias

En su juventud Mirna sufrió injusticias laborales, pues en dos de las empresas en las que trabajó no le pagaron prestaciones a pesar de haber trabajado para ellos varios años.

“Cuando estaba soltera yo trabajaba en una fábrica de calzado. Ahí trabajé bastante, como más de 13 a 14 años. Pero como cuando tuve mi segundo hijo a los seis meses me despidieron”, mencionó.

De igual forma, ella trabajó en una maquila en la colonia El Pedregal por más de dos años, pero debido a las convulsiones que presentaba, tuvo que considerar abandonar las labores por el peligro al que estaba expuesta con las maquinarias. Tristemente, no se le reconocieron los dos años que laboró para esta maquila.

“Me hicieron firmar un documento en blanco ahí en la maquila para no darme prestaciones”, recordó. Por su mente también pasó la idea de trabajar en una fábrica de carteras, pero al ver los malos tratos hacia los empleados, prefirió dedicarse a ser ama de casa, atendiendo los quehaceres hogareños y cuidando sus hijos.

Un segundo diagnóstico

A lo largo de los años, doña Mirna se ha acostumbrado a sobrellevar la epilepsia. Toma sus medicamentos, evita sentirse afligida, y tanto sus hijos como su esposo pasan muy al pendiente de ella. “Solo es que me entra un miedo y empiezo a hablar disparates”, añadió.

Pero a la angustia por las convulsiones se sumó un nuevo tormento: aproximadamente hace ocho años ella fue diagnosticada con lupus. Su hija, María José, explicó que su madre perdió el ojo y presentaba síntomas como cansancio, pérdida de pelo y problemas en la piel.

“El neurólogo la remitió al reumatólogo, y pues le diagnosticaron lupus fase 3. Ya este lupus ataca todo el sistema, desde los huesos, la piel, y hasta la ha generado infecciones estomacales y en su piel”, detalló. El cuidado hacia su madre ahora es más intensivo.

Testimonio de José, niño hondureño migrante separado de su madre

Un amor incondicional

Siendo madre desde los 23 años, doña Mirna se siente plenamente agradecida con Dios por tener unos hijos sanos, educados y preparados. Para ella, el amor que da una madre es un amor incondicional.

“Para mí el amor de madre es todo; todo, porque cuando a mí me dijeron cuando estaba embarazada de mi hija mayor, yo dije: ´¡Gracias!´ . Es una bendición de Dios estar aquí con ellos. Yo los amo a mis tres hijos”, confesó con mucho orgullo.

Y es que ese amor incondicional, ese amor que lo es todo, lo vivió doña Mirna como hija, pues ella resalta que siempre contó con el apoyo de su madre para cuidar y criar a sus tres hijos. Aunque hace 21 años su progenitora falleció, Mirna siempre recordará ese apoyo y amor que dejó plasmado en su ser.

Doña Mirna ha tenido la dicha de ver a José Fernando convertirse en subteniente graduado de la Academia Militar, y próximamente celebrará la graduación de María José, quien obtendrá su título de periodista en junio.

Esa semilla de amor sembrada en los hijos se transmite de generación en generación. María José, su hija menor, ha aprendido tanto de su madre... entre esas lecciones, el ver la vida desde un lado positivo.

“Me enseñó a siempre ver el lado bueno a las cosas. Que a pesar de las dificultades, pues dejarlas a un lado y decir, bueno, esto va a estar bien, esto va a salir así. Y el agradecimiento a Dios. El ser agradecido y el no renegar por las cosas que nos pasan”, confió María.

María José anhela compartir más momentos de felicidad teniendo en su vida a su madre por muchos más.

María destaca que su madre es una mujer sencilla, noble, tranquila, por ratos “se le pelan los cables” como a todos los humanos, pero sobre todo, admira su fortaleza.

Pero para alcanzar la plenitud como familia, expresa que lo que más desea desde su corazón para su madre es “un milagro y que todas esas enfermedades le desaparezcan, porque son realmente duras”.

En este Día de las Madres, añadió que su otro anhelo más grande no es nada material, sino “que Dios la tenga (a su madre) aquí muchos años”.