TEGUCIGALPA, HONDURAS.- ¡Hola! Me llamo Amalia Monserrath Martínez, todos me dicen “Monse”, tengo 53 días de nacida y apenas cinco de haber salido del hospital. Ahí llegué con mi mamá, se llamaba igual que yo. Ahora está en el cielo, no la conocí, pero sí recuerdo su voz, me susurraba suavecito todos los días cuando estaba en la pancita.
Soy muy pequeñita, mis piecitos caben en medio de dos dedos, dicen que soy un bebé canguro porque nací antes de los seis meses, me siento bien, aunque ya tuve un paro respiratorio, tengo un hoyito en el corazón y un poquito de sangre acumulada en mi cerebro.
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Paso todo el día chineada en el pecho de mis tías, es divertido, aunque quisiera tener a mi mamá para decirle que la amo.
Ayer me hablaron de ella, era una guerrera, pasó más de 20 días conectada a una cosa que le llaman ventilador mecánico en la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital. Me dijeron que a pesar de que estaba inconsciente luchó por mí con todas sus fuerzas, lo sé, porque si se hubiera rendido, yo no hubiera podido conocer el mundo.
Era muy bonita, cariñosa, bondadosa, siempre se preocupó por los demás , estaba feliz por que iba ser mamá otra vez, me presumía en las fotos que se tomó durante su embarazo.
A ella la mató el covid-19, no sé qué es, pero todos andan tapadas sus narices y bocas para no contagiarse.
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Mi mami se contagió, nadie sabe cómo, pues siempre andaba con precaución por mí, por miedo a que me pasara algo.
No fue su culpa, yo sé cuánto me amó y cómo se movió para buscar ayuda en los doctores, lastimosamente no la atendieron desde el principio y los días comenzaron a afectarnos.
Un día se sintió mal, diferente, lo sé porque madrugamos donde el doctor, le hicieron una prueba rápida para ver si tenía el virus, pero salió negativa y la mandaron para la casa a descansar, no nos dieron pastillas ni nada de eso.
Pasamos tristes dos días, todo su cuerpo estaba caliente y le pedía a diosito que nos sanara.
Volvimos a ir al Seguro Social, esta vez más débil, una mujer vestida de blanco le dijo que se anotara para otra de las pruebas rápidas, esperamos sentadas, mamá estaba cansada y muy preocupada. La mujer vestida de blanco le dijo que su resultado era negativo y el doctor habló con ella, que podía ser ansiedad o efectos del embarazo, otra vez nos fuimos a casa.
Los días eran largos en casa, tomamos unos tés que no eran muy ricos y pastillas para el dolor de cabeza de mi mamita.
Papá estaba preocupado, y más el día que mamá no podía respirar, la agarró chineada, salió como loco para el doctor, mamá ya no hablaba mucho, apenas decía que todo iba a estar bien y que nos íbamos a curar.
En el hospital mi mamita se durmió, le conectaron muchos aparatos, yo tenía miedo, todos decían que no íbamos a soportar.
No volví a escuchar la voz de mamá, solo de los doctores, que no dejaban de repetir que yo tenía que cumplir al menos 30 semanas para que tuviera esperanza de vida. La cosa es que apenas tenía 26 semanas.
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Mamá lo logró, no llegué a las 30 semanas, pero sí a las 29, cuando estando en la sala de Cuidados Intensivos le dio un paro respiratorio, luego otro más, no había tiempo para que nos llevaran a la sala de parto.
El doctor decidió realizar la cesárea ahí mismo, fue rápido, apenas pude ver su cara, sus ojos estaban cerrados, su respiración muy suave aunque sé que estaba feliz por mi vida.
Me metieron una cápsula, me sacaron sangre, me conectaron a máquinas porque me dio un paro respiratorio, no aguantaba las ganas de ver a mi mamá.
Al siguiente día escuché a una mujer decir que mi mamita se había ido con Dios para el cielo y que había entregado su vida por la mía con mucho amor.
Pasé sola varios días, luego conocí a mi papá, lloró al verme por primera vez, luego me visitaron mis tías, no dejaban de repetir ¡“Monse” es un milagro!
Milagro
Amalia Martínez se realizó dos pruebas rápidas para saber si tenía covid-19, las dos salieron negativas, al final su salud se complicó a mitad del embarazo y murió en el IHSS; su hija “Monse” logró sobrevivir.
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Ahora estoy en casa después de 48 días en el hospital, me sacaron porque ese covid-19 anda en todos lados y si me pega me podría ir también al cielo. Ya conocí a mi hermanito, se llama Maykel, tiene 11 años, es muy guapo, me quiere mucho, ya me dio varios besitos, aunque casi siempre está triste o distraído y todas las noches se levanta llorando, preguntando “¿Dónde está mamá?”, “¡Quiero a mi mamá!”. Mi tía Tiani, que nos cuida, lo abraza fuerte para animarlo, pero él repite “¡Quiero que sea el fin del mundo! ¡Quiero que sea el fin del mundo!”, porque cuando pase eso dice que va a poder ver a mi mamá.
Yo quisiera hablarle pero no puedo, solo sé que está sufriendo mucho y que como yo no entiende por qué tuvo que morir.
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Todos están preocupados por Maykel, por eso no lo dejan solo, para mostrarle más amor.
Ambos estamos donde nuestras tías, papá dio permiso, pues hay cuidados que los hace mejor una mujer, lo ideal sería que nos cuidara mi abuelita Olga, pero por desgracia se enfermó casi al mismo tiempo que mi mamá. Abuelita Olga tiene dos meses con covid-19 en el hospital El Tórax, está muy delicada, aunque dice que va a luchar para darme todo su amor, como lo hizo con mi madrecita.
Al principio no le querían decir que mi mami había muerto, pidieron a los enfermeros que le quitaran el celular, pero no les prestaron atención y vio en las redes sociales fotos de mi nacimiento y lo que pasó con ella.
A mí me conoce solo por foto, dice que me parezco mucho a mamá, dicen que ella también está a punto de irse con diosito al cielo, yo no quiero, pero uno de sus pulmones no funciona y el otro está muy delicado.
Para poder ayudarla, en la casa mis tías hacen comidas para vender, pues el tratamiento de mi abuelita es muy caro, el doctor les había dicho que ocupaban 250,000 lempiras para una operación, ahora les dijo que es urgente un generador de oxígeno para que puedan traerla a la casa y tratar de que se sane.
A ella la gente le dona dinero a la cuenta 214151174949 del Banco de Occidente o llaman a mi tía Tiani al 98423176. No se rinde, tiene fe que se va a sanar.
Todas pasan llorando, pero cuando me abrazan sonríen, les doy esperanza, porque soy chiquita pero fuerte como mamá.
Por mi parte, me porto bien, lloro poco, me tomo mis medicinas, como bastante pues estoy delgadita y quiero estar gordita y más fuerte para caminar.
No quiero volver al hospital, pero ocupo cuidados especiales, por lo que todos buscan dinero para mis tratamientos.
Nací en tiempos de covid-19, tuve la mejor mamá del mundo, Amalia Martínez, tengo un papá valiente, un hermano muy noble, las mejores tías que puedo pedir y pronto mi abuela se va a sanar para estar con nosotros. Le tengo miedo al covid-19, porque sé que se llevó a mamá, pero yo soy un ejemplo de que se puede luchar y ganar por muy pequeñito que seas.