TEGUCIGALPA, HONDURAS.- “Su saturación de oxígeno es de 44 por ciento, les recomiendo lo lleven a un triaje pronto”, explicó a la familia Rodríguez una de las tantas doctoras que visitan las colonias con las brigadas médicas.
Las palabras de la muchacha, cortas pero contundentes, cayeron como balde de agua fría para don Carlos (65), un exempleado del SANAA que simplemente tenía un pánico descomunal a contagiarse del covid-19.
Su día había sido normal, veterano de mil batallas y fuerte como una roca ya una vez había vencido a la muerte años atrás cuando sufrió un derrame que lo mantuvo en coma por un mes. De paso lento, por las secuelas de sus padecimientos anteriores, don Carlos siempre se mantuvo fuerte, dedicado a su familia y en especial a su amada esposa, Candelaria del Carmen Rodríguez, con quien compartió un amor incondicional por casi 44 años.
A ella le dedicó sus últimas palabras antes de salir de su casa para ir al triaje: “mi vida fue tuya”, luego subió al carro con sus hijos le lanzó un beso y susurró: “yo no voy a regresar”.
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Convencido de no tener la enfermedad, pero consciente que su respiración estaba débil, el apasionado olimpista llegó al triaje del bulevar Juan Pablo, le practicaron una prueba rápida, que como muchas salió negativa.
A pesar del resultado lo subieron en una ambulancia para llevarlo al Seguro, durante todo el camino renegó como un niño, “ahí me van a contagiar de covid, no me lleven al Seguro”. Sus palabras eran claras, pero su respiración estaba demasiado débil, no había opción más que contradecir al hombre de la casa.
Ya en el Seguro sus reclamos se hicieron potentes, dos pruebas más, esta vez de sangre, una positiva y la otra negativa; la decisión fue dejarlo interno en una especie de campana para evitar un contagio pues el panorama no estaba claro. Seis días de enojos, gritos, descontrol -“hija, llevame para la casa”-, en los que incluso tuvieron que sedarlo para poder tranquilizarlo.
Don Carlos, que ya tenía sus órganos vitales sumamente dañados, y conectado al oxígeno, se despidió de su hija Karen, quien le dio un beso en la frente que incluyó el amor de su madre, hermanos, hijos y nietos que poco a poco superan no ver más al hombre del carácter fuerte con la dulzura más grande para los suyos.
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