TEGUCIGALPA, HONDURAS.- “Soñé con mi mami, primero su cara estaba escondida, me abrazó, me desperté creyendo que era real, la sentí conmigo”, confesó con un tono de voz moderado Maykel Canales (11).
En un abrir y cerrar de ojos ya pasaron 11 meses desde que su mamá Amalia Martínez, estando embarazada, perdió la vida en un frío quirófano del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS) debido a complicaciones causadas por el contagio repentino de covid-19.
Ahora vive con su abuela, Olga Ruiz, que en una jugada del destino pasó de vivir en relativa calma a comenzar de nuevo a criar, esta vez a sus dos nietos.
Maykel cursa el sexto grado en la escuela Japón, se levanta todas las mañanas a recibir clases por la plataforma Zoom; le gusta el fútbol, es un olimpista.
LEA: Dramática historia de Amalia Martínez: murió de covid-19 sin conocer a su bebé
En la casa de abuela tiene tesoros de su mamá. “La cama, el tele y unos tenis Nike, yo los guardo porque eran de mami”.}
Por teléfono la voz del menor es sumamente tímida, aunque su abuela confió que va por buen camino, es cariñoso, bajó un poco las notas, lo considera normal. Antes su hija pasaba al pendiente, ella por su edad está algo desactualizada, por lo que el reto los incluye a ambos.
A pesar de no ocultarle nada, en la medida de lo posible evitan —si no es necesario— hablar mucho de Amalia, extremo que no impide al menor soñar constantemente con su madre.
“Siempre sueño con ella”, dijo.
Al principio, cuando la tragedia era reciente, optaba por dormir aparte, pero últimamente busca sentir el amor de su mamá a través de su abuela que lo recibe en las noches para consolarlo en la tristeza, pero sobre todo aconsejarlo que sea por siempre un buen muchacho.
ADEMÁS: 2021 se vuelve el año más mortífero por covid-19 en comparación a 2020
Hasta ahora no da problemas; sí, por ratos llora, el recuerdo es muy reciente, quedaron algunos pendientes entre él y su mamá, pues el covid-19 la mantuvo interna durante casi un mes, no hubo tiempo para despedirse más allá de un “pórtese bien, lo amo mucho, hijo”.
Ante algún comportamiento anómalo, su abuela le hace hincapié en que su mamá lo mira, está pendiente de sus actos.
Lo conforta en sus momentos de dolor el recuerdo de la buena madre que tuvo, pues a pesar de que lo parió cuando apenas tenía 15 años nunca le pesó su rol, agarró la batuta, enfrentó las críticas y trató de que su pequeño no tuviera carencias.
Ante la tragedia la familia se hizo un nudo, las otras hijas y sobrinas de doña Olga velan por los dos huérfanos, en el caso de la bebé recibe mucha atención, pues no llega al año.
ES DE INTERÉS: Salud posterga por dos meses vacunación con segunda dosis de AstraZeneca y Sputnik V
A Maykel le esperan retos, está a un paso de la adolescencia, quiere ser un hombre de bien, pero sobre todo recibir siempre en las noches en medio de los sueños la visita de su mamá que lo abraza con ternura, le llena sus mejillas y su frente de besos, lo cobija y se escabulle tristemente hasta una nueva noche. “Le miro su cara escondida, después me abraza. La extraño”.
La realidad de Maykel como un niño huérfano por el paso del covid-19 en Honduras es similar en cientos de hogares, solo que con diferentes actores.
Una estimación de la Unidad de Datos de EL HERALDO Plus muestra que en Honduras el paso de la pandemia ha dejado a unos 1,300 menores de edad —entre niños y adolescentes— huérfanos, sin al menos el respaldo de un alguno de sus dos progenitores.
Esta masa de menores está a cargo, en la mayoría de casos, de parientes cercanos, del progenitor que resultó vivo, de abuelas o tías que por circunstancias de la vida han tenido que enfrentarse a ser protectores de niños cuando antes tal vez solo eran una visita de un fin de semana o en muchas ocasiones ni eso.
VEA: El peligroso medicamento que venden como 'cura' al covid en Honduras
Para estimar la población huérfana a causa del paso del covid-19, la Unidad de Datos de EL HERALDO Plus partió de un estudio realizado en Estados Unidos que utiliza el indicador “multiplicador de duelo” para determinar la cantidad de gente que sufre duelo por la muerte de un pariente cercano sanguíneo por covid-19 (padre, hijo, hermano, nieto o abuelo).
El trabajo se realiza al analizar las redes de parentesco de las personas. En Honduras es muy difícil acceder a una cifra por medio de esa metodología porque no hay data que permita definir redes de parentesco, por lo que se utilizó los datos del censo del 2013 del Instituto Nacional de Estadística (INE) y las cifras de personas fallecidas por rango de edad confirmadas por el Sistema Nacional en Gestión de Riesgos (Sinager) para dimensionar —no preciso ni exacto— lo que ocurre enfocado a lo más cercano: la relación padres-hijos.
ADEMÁS: ¿Es Honduras el único país de Centroamérica con un alza de casos diarios de covid?
El resultado obtenido por la Unidad de Datos de EL HERALDO reveló que se puede afirmar que en promedio por cada persona muerta —hasta la fecha del análisis al 12 de junio iban 6,631 decesos, pero solo de 6,422 se brindó la edad— por covid-19 en Honduras quedan tres hijos o hijas —sin importar la edad— sin al menos uno de sus padres.
Dentro de estos números hay un grupo muy preocupante: los niños y adolescentes que pierden a sus padres. La única manera disponible para calcular ese impacto era determinar la cantidad de muertos con 40 o menos años por covid-19, partiendo de que es muy probable que sus hijos se encuentren en el segmento de la niñez y adolescencia.
Al final un total de 495 personas de 40 o menos años habían fallecido por covid-19 en Honduras al 12 de junio de 2021, según registros de EL HERALDO con información de Sinager, y eso se traduce en 1,300 probables niños o adolescentes que quedaron huérfanos de al menos un padre.
TAMBIÉN: Saturación en UCI presagia alta mortalidad en Honduras