Detrás de los verdes pinares de la comunidad de La Majada, del municipio de Talanga; en una casa de adobe, bañada con tierra blanca y rodeada de frondosos árboles, habita doña María Valentina Velásquez, de 49 años, cuyas laboriosas manos convierten el suyate en el sustento de su familia.
Y es que a pesar de no poder hablar ni escuchar, doña María trabaja arduamente día a día, elaborando escobas para ayudar a sostener el hogar que formó con Luis Elvir, quien al igual que ella moldea el rudo material para convertirlo en finas y entalladas escobas que sirven para mantener a sus 5 hijos.
El trabajo de doña María y su familia no es solo el de confeccionar las escobas, ya que deben transportar sobre sus espaldas el suyate desde la montaña hasta su hogar. El tiempo que invierte en esta actividad es de 5 horas de distancia.
Luego, y una vez que han fabricado las escobas, las cargan y caminan otras 4 horas para trasladarlas hasta La Venta.
La elaboración
Un pedazo de madera de aproximadamente un metro de largo sirve de base para la confección de la escoba, el madero tiene una perforación en uno de los extremos; es allí donde doña María comienza a colocar los retazos de suyate.
Coloca varias hilachas del material y las trenza hacia la parte superior, teniendo cuidado que queden completamente firmes. Luego de esto toma un bulto de palmas de suyate, las necesarias para completar la escoba.
Al tener el grupo ya prensado hacia arriba, las dobla hacia abajo para formar la escoba.
Regresa hacia la parte inferior donde inició el proceso, le da unos cuantos golpes para afirmar las palmas, toma varias hilachas de suyate para amarrar el cabezal de la escoba; y así realiza este proceso dos veces, para que la escoba quede completamente firme.
Una vez terminado el proceso de confección, Velásquez toma un viejo machete y en el tronco de un árbol de ciruelo, corta los restos de la palma que le sirven para dejar su trabajo prolijo y sin grumos.
Sin embargo, la familia de Velásquez trabaja arduamente para confeccionar este producto.
Oficio que le fue heredado de su familia y que a lo largo de los años ha servido para sustentar a los miembros de ese hogar, afirmó Santos Elías Velásquez, de 11 años de edad, quien además de ser el vástago de doña María, también juega el papel de traductor.