Tegucigalpa, Honduras.- No pone en duda su hombría, tampoco da cabida al machismo, asegura don Marco Antonio Rosales, un ceibeño que a sus 62 años de edad vende las tradicionales baleadas que él mismo prepara.
En su troco, su eterno compañero desde hace dos décadas, ha improvisado una cocina con todo lo necesario para atender a sus numerosos clientes desde las 7:00 de la mañana.
Además de baleadas sencillas y preparadas, también ofrece pasteles y fritas, las que son muy pedidas por su fiel clientela, aseguró.
Su pequeño negocio, ubicado a la orilla de la calle del barrio Potreritos de La Ceiba, Atlántida, le permitió criar a sus cinco hijastros.
Don Marco Rosales contó las razones del porqué se decantó por esa labor no muy común para hombres. “Entré a esto por mi esposa porque ella tenía el puesto de comida y me dijo que lo quería dejar y como no tenía trabajo me dijo que lo agarrara, de aquí he llevado el sustento para mi hogar”, recordó don Marcos.
“Tengo bastantes clientes que me compran comida. Este es mi único machete, nunca me gustó trabajarle a otra persona, antes de vender trabajé cargando producto en un supermercado, pero no duré ni dos meses”, agregó entre risas.
Pero no todo es color de rosa para don Marcos en su pasión de hacer baleadas, en los 20 años que lleva vendiendo ha recibido discriminación por ser hombre trabajando en un oficio que es propio para una mujer.
“He tenido muchos comentarios negativos, hay personas cuando vienen y miran que soy yo que hago las baleadas, me dicen que ya no quieren porque me dicen que no le comen comida a hombres”, se quejó don Marcos.
“Yo no me quedo callado y les digo que si no han ido a restaurantes, que los que están en la cocina la mayoría son hombres”, les respondió.
“La vez pasada vino un hombre y estaba esperando porque quería baleadas y cuando vio que era yo que se las iba a hacer, me dijo que no porque pensaba que era mujer que las hacía”, añadió.
Por otra parte, en forma jocosa don Marcos recuerda que hay personas que lo miran raro y dudan de su hombría por estar frente a una estufa haciendo tortillas de harina. Las miradas y comentarios extraños los toma con tranquilidad, asegura. “A cada rato me dicen cosas, yo les sigo la corriente en vez de enojarme porque no dudo de mí, siempre vienen con cosas y no les hago caso”.
Cada mañana son muchos las personas que trabajan en los alrededores que llegan por las exquisitas baleadas que ofrece don Marcos, atraídos por el sabor y la buena cocina, sin importar quién las prepara.
“Para mí son las mejores baleadas de La Ceiba, son muy suavecitas, he probado de otro lado y estas me gustan más. No importa que sea hombre quien las hace, no le quita méritos, lo importante es que haga el diario vivir y con este negocio ha criado sus hijos”, manifestó Concepción Aguilar, una asidua clienta de don Marcos.
Don Marcos reside en la colonia Pizatti y dice que en los días buenos lleva a su casa de ganancia entre 900 lempiras en promedio; pero los días malos unos 300 lempiras.