Lempira, Honduras
De la naturaleza obtiene todo lo que requiere para cada pieza que sus manos moldean con esmero y dedicación dentro de un pequeño taller donde se crea la alfarería más representativa de La Campa, Lempira.
Piedras lisas, trozos de palo, otros instrumentos rudimentarios y su talento son suficientes para que Olivia Pérez elabore día a día todo tipo y tamaño de loza que es preferida por los turistas que constantemente la visitan.
La sexagenaria tiene cinco décadas de trabajar en este oficio artístico que aprendió de su progenitora y que ha ido mejorando con el paso de los años, convirtiéndose en una forma de vida y el principal sustento para su numerosa familia.
“Mi mamá era alfarera también y yo la miraba que ella hacía pisto y por eso me motivó a mí a aprender para hacer mis fichas (dinero)”, expresó.
Muchos son los lugares donde se ofrece alfarería en La Campa, pero el negocio de doña Olivia es una referencia en el pueblo rodeado de agrestes montañas por ser de las únicas que trabaja a diario en una nueva pieza de barro cocido.
El detalle y la calidad de cántaros, jarrones, anafres, comales, ollas y floreros, así como una diversidad de utensilios ornamentales que elabora son evidentes, cuyo color es a base de pintura natural adornados con nueve letras que identifican su terruño.
Pese a contar con un torno en su lugar de trabajo, la artesana confesó que no lo utiliza ya que prefiere trabajar a “pura mano”. Por el tipo de alfarería que realiza, Olivia es buscada por connacionales y extranjeros, de quienes ha sido su maestra temporal en el arte de moldear el barro.
“Vinieron unos turistas franceses que estuvieron una semana para aprender a hacer piezas de alfarería y yo les enseñé; una de ellas se llevó en una cajita un montón de trastecitos que hizo”, relató. Aunque ninguno de sus hijos se dedicó a esta actividad, algunos bisnietos han mostrado interés en la alfarería, involucrándose en la realización de pequeños utensilios bajo su supervisión.
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