En los últimos años, Honduras se ha visto sumida en una crisis migratoria que provoca que miles de compatriotas dejen sus hogares y familias: muchos por la inseguridad, pobreza o falta de oportunidades.
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Sin embargo, son muy pocos aquellos que logran cruzar la frontera de México y Estados Unidos sin ser detectados por la Patrulla Fronteriza, puesto que la mayoría son retornados en vuelos exprés hasta territorio azteca.
Y luego, ¿qué pasa con ellos?
Algunos corren con la suerte de ser acogidos por campamentos u organizaciones en beneficio de migrantes, como por ejemplo Reynosa, en el Estado de Tamaulipas, México. Aquí acuden miles de centroamericanos para obtener un plato de comida y un techo donde poder pasar la noche.
Cuatro hondureños, cuatro historias diferentes, pero el mismo impulso que los hace seguir adelante en una nación completamente desconocida y muy lejos de su tierra natal. El País de España retrató varias historias y aquí recopilamos las de los catrachos...
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Yadira y sus dos pequeños
Junto a sus dos hijos, Ibrahim y D’Angelo (de 8 y 11 años), Yadira -una madre hondureña- espera en el campamento de Reynosa, luego de ser expulsada por autoridades migratorias desde Estados Unidos.Según el relato de la joven de tan solo 26 años, su familia se vio obligada a abandonar La Ceiba, Atlántida, porque no podían pagar la extorsión que le exigían las pandillas, quienes además amenazaban con reclutar al mayor de sus hijos.
'Nos tocó salir de un día para otro. No me perdonaría nunca que a mi hijo lo hicieran esclavo de otros”, contó Yadira.
En tanto, el menor de los niños permanece desprotegido y expuesto a las terribles condiciones debido a un asma que ha empeorado desde el viaje, sin poder recibir la atención médica oportuna.
Juana y Fátima
Huyendo de las maras tras el acoso y acecho a su niña de 13 años, Juana María tomó la difícil determinación de partir de su lugar de origen en busca del 'sueño americano'.La madre -sobreviviente de un cáncer de tiroides- lleva dos años sin poder hacerse revisiones por la falta de recursos económicos y acceso al sistema de salud en su patria.
Desde su deportación, Juana padece una afonía debido al frío de la hielera donde la tuvo la Patrulla Fronteriza. De modo que al ser deportada de manera inmediata a Reynosa, teme por lo que le podría llegar a pasar.
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'Un milagro'
Un hondureño de 33 años y su pequeña de nueve salieron de su hogar pese a las contrariedades y peligros que podrían encontrar durante su trayecto hacia Estados Unidos.Sin embargo, la razón de su viaje responde al mal congénito que sufre la pequeña: espina bífida, una afección de nacimiento que no permite que los huesos de la columna vertebral y la médula espinal se formen correctamente.
El padre cree que al llegar al país norteamericano brindaría una mejor calidad de vida a su hija, pese a que la enfermedad no tiene cura.
Ambos fueron detenidos por la Patrulla Fronteriza después de cruza el Río Grande sin tener la oportunidad de exponer su caso. No obstante, tras pasar una noche en el campamento, la ONG Sidewalk School les ofreció un refugio para que no tuvieran que dormir en la calle.
Discapacidad y esperanza
Hace tres meses, una madre hondureña y su niña de nueve dejaron Honduras con el objetivo de conseguir una manera más digna de vivir. Sobre todo, al ser la progenitora de una pequeña con discapacidad cognitiva.Las dos permanecen en el refugio de Reynosa, con la esperanza de poder cambiar su destino después de ser retornadas a México.
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'Uno lo que mejor busca es bien para sus hijos, pero lo vienen a tirar al puente como si no fuera nada. Lo cruzan a México y ahí lo dejan a uno. A ellos no les importa pero deberían de tener prioridad para los niños que están así discapacitados”, reclamó la mujer.
Las cuatro familias aún se encuentran en el campamento de migrantes, a la expectativa de lo que pueda pasar de aquí en adelante.