SANTA BÁRBARA, HONDURAS.- El corazón de doña Carlota Madrid está destrozado. Desde que el nombre de su hijo Edin Josué Umaña salió en una lista donde daban por muertos a 13 hondureños en un centro de detención de migrantes en Ciudad Juárez, México, no hay palabras que la alienten ni consuelo que la calme.
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En su aldea Nuevo Porvenir, a unos 40 minutos por la carretera de tierra que la une al municipio de Protección, reinaba la incertidumbre y un miedo y dolor colectivo los embargaba. De este sector son originarios tres de los trece jóvenes identificados en la tragedia de México. Los tres jóvenes se conocen. Crecieron juntos y los unía el “sueño americano” para ayudar a sus padres y familias. Entre todos recolectaron el dinero para pagar el coyote que en menos de ocho días ya los tenía en México.
Edin Josué Umaña Madrid y Jesús Adony Alvarado Madrid son primos y ambos son amigos de Dikson Aarón Córdova. Sus humildes viviendas también son vecinas.
En la primera, lloraba de manera desgarradora doña Carlota. Pensar en su hijo y en los planes que llevaba si lograba cruzar a Estados Unidos la tenía desconsolada. Nadie les ha llamado desde el gobierno para darles noticias y calmar su angustia y claman por respuestas.
El alcalde de Protección, José Antonio Guillén, fue casa por casa para compartir la información oficial que tenía y para intentar dar palabras de aliento a las familias que, reunidas, esperan novedades.
Insoportable espera
El solo hecho de pensar que le haya pasado algo malo a su hijo la aturde. “Yo estoy solo pensando en todas las cosas de mi hijo, las quejas conmigo, que solo las quejas eran conmigo, todo, mami, mire que estoy, ¡ay no!”.
“¡Ay! ¡Ay, Dios mío!, dame una respuesta, mi querido Señor, para que se me quite esta angustia que tengo, Señor”, repetía en medio de la impotencia y las lágrimas de todos aquellos que la acompañaban en su casa.
Doña Carlota cuenta cómo fue la última llamada que tuvo con su hijo a las 7:36 de la mañana del pasado sábado 25 de marzo. Un día antes, el viernes, su muchacho había partido para Ciudad Juárez, fronteriza con Estados Unidos.
“Sí, el viernes (también) me habló. Mami, me dijo, voy en un bus para Juárez...”
Lo último que supo por sus vecinos es que los jóvenes estaban detenidos y serían deportados hasta que la infausta noticia de su posible muerte les llegó por la televisión.
Entre sollozos, doña Carlota contó que Edin Josué había decidido emprender la peligrosa ruta, aprovechando que tenía cuatro hermanos radicados en territorio estadounidense. “Quería ayudarnos a nosotros (...) él se quería ir para Estados Unidos, algún amigo lo convenció”, expresó.
En la segunda casa, a media cuadra de la primera estaba de pie don José Córdoba Ramos, padre de Dikson. A él la serenidad lo hacía hablar con pausa y hasta con esperanza, sin embargo, pensar en su muchacho que le dejó una nieta le llenó por un momento sus ojos de lágrimas.
Recuerda que el sábado pasado Dikson se comunicó a la casa para avisarles que había sido capturado por las autoridades migratorias mexicanas en un operativo sorpresa. Estaba resignado y dijo que su regreso a Honduras era un hecho.
Sin embargo, 48 horas después, el nombre de Dikson figuraba en el listado de 13 hondureños que estaban en la sede migratoria de Ciudad Juárez donde se registró un incendio que acabó con la vida de al menos 38 migrantes. Se desconoce si el joven sobrevivió o murió en la tragedia. Su madre está medicada por los nervios y la angustia de no saber nada de su muchacho.
A un minuto a pie de la casa de don José está la casa de doña Alba Luz Madrid, madre de Jesús Adony Alvarado. “No sé nada de él”, resume, al tiempo que detalla que su hijo trabajaba en una fábrica en San Pedro Sula, donde vivía con su esposa, con quien tiene un hijo y está próximo a convertirse en papá de nuevo, pues su mujer tiene siete meses de embarazo.