La catracha, que responde al nombre de Sindy Flores, por el momento reside en una vivienda temporal en California, Estados Unidos, luego de migrar desde Honduras.
A continuación su relato:
'Soy una solicitante de asilo originaria de Honduras y madre de tres. Durante más de un mes mi hija más pequeña fue forzosamente separada de su padre y de mí por el gobierno estadounidense. Aún no sé dónde estuvo en ese tiempo o quién la cuidó'.
'Es una bebé; no puede contarme si le pasó algo malo. No sé si ella cree que quisimos abandonarla. Lo que sí sé es que regresó mucho más delgada, con piojos y tos seca, y que lloró durante días al quedar traumada por un gobierno que mantiene a los hijos separados de sus padres solo debido a que son migrantes'.
'Huimos de Honduras hacia Estados Unidos porque temíamos por nuestras vidas allá. Crecí en la capital, Tegucigalpa, y mi vecindario se ha vuelto en los últimos años uno de los más violentos en la ciudad. El 18 de octubre llegaron pandilleros a mi casa en busca de mi pareja, Kevin. Ya habíamos tenido encontronazos con las pandillas en el pasado'.
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'Sabía de qué son capaces. Cuando mi hija mayor tenía 2 años y yo estaba embarazada de mi hijo, su padre fue asesinado y descuartizado por los pandilleros. Nos llegaron amenazas de muerte incluso después de su asesinato. Intentamos mudarnos a otro pueblo hasta que las cosas se calmaran, pero las pandillas nos encontraron ahí y nos extorsionaron'.
'Las amenazas de muerte empezaron de nuevo cuando Kevin y yo nos juntamos y nació nuestra hija Grethshell. La gente que ha sido deportada desde Estados Unidos, como Kevin, son blanco de las pandillas porque se cree que tienen dinero. Ante las nuevas amenazas agarré todo el dinero que tenía, unos 80 dólares, y llené las mochilas de los niños con su ropa y una muñeca para Grethshell, quien entonces tenía 15 meses de edad. Recogí a mi hijo en el colegio y nos dirigimos a la estación de autobús para reunirnos con Kevin'.
'Compramos boletos a la ciudad más cercana en Guatemala y desde ahí tomamos otro autobús hacia la frontera sur de México. Ya en ese país, sin dinero, viajamos a bordo del tren de carga apodado la Bestia'.
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'Cuando esperábamos el tren a Puebla, los agentes migratorios mexicanos llegaron y golpearon a la gente, a la que subieron a camionetas. En el caos agarré a mis hijos mayores para escondernos en unos arbustos cercanos. Kevin, quien llevaba a Grethshell en un portabebés, corrió en otra dirección. Fue la última vez que los vi juntos'.
s. Nuestro futuro es incierto. Mis hijos y yo acabamos de ser expulsados del hogar que estábamos compartiendo con otras seis personas. Yo intento sobrevivir como madre soltera de tres niños. No sé si me darán asilo o nos mandarán de regreso a morir a manos de las pandillas.
'Cuando pedí entrar a este país porque mi familia estaba en peligro mortal, un agente de la Patrulla Fronteriza me dijo que era débil. Que mejor fuera a Canadá. “No me importa si se muere uno de tus hijos”, me dijo. Me pregunto qué habría hecho ese agente en mi posición, si alguien hubiera amenazado con asesinar a sus niños. ¿Acaso no habría arriesgado todo también para asegurarse de que estuvieran a salvo?'
'Mientras Estados Unidos decide qué tipo de país quiere ser, los estadounidenses necesitan tener conciencia de la crisis humanitaria que ha creado el gobierno norteamericano actual y de lo que estas políticas le han causado a familias como la nuestra, que llegaron aquí en busca de protección'.
Lea la historia completa en le versión en español del New York Time