Ardón Montoya, quien se convirtió en el primer migrante centroamericano solicitante de asilo en ser enviado a Guatemala bajo el acuerdo de “tercer país seguro” con Estados Unidos, optó por retornar a su país, en vez de quedarse en suelo guatemalteco.
Con lágrimas en sus ojos, el hondureño de 23 años regresó el sábado a la pequeña casa de adobe de sus padres en el pueblo de Colón, en el municipio de Trujillo, azotado por la pobreza y la sequía.
Sin embargo, Ardón Montoya dijo que tiene fuertes razones para no descartar embarcarse otra vez con rumbo a Estados Unidos, puesto que en ese país nació su hija hace siete meses.
“Tal vez el otro año lo intento de nuevo”, dijo a The Associated Press tras su triste regreso.
Ardón Montoya, que salió de Honduras el 23 de septiembre, fue detenido por la Patrulla Fronteriza en El Paso, Texas. Las autoridades de Estados Unidos lo enviaron a Guatemala, que le ofreció al hondureño asilo, un trabajo y hasta un lugar seguro donde vivir, pero el migrante no aceptó aduciendo que no tenía parientes en ese país.
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El viernes por la tarde, el joven ingresó a Honduras en horas de la tarde por la aduana de Corinto en Cortés, donde fue recibido por personal del Instituto Nacional de Migración y del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), dijo a la AP la vicecanciller hondureña Nelly Jeréz
Tras pasar la noche en un hotel de San Pedro Sula, el sábado abordó un autobús interurbano que lo trasladó hacia su natal aldea Colón.
En su tierra lo esperaban sus padres Santos Ardón Bardales y María Elena Montoya, ambos de 40 años. Erwin José es el mayor de cuatro hijos, le siguen dos hermanas, de 21 y 11 años, y un varón de seis.
La humilde familia vive en una pequeña casa con techo de zinc a la que desde hace ocho años le comenzaron a reforzar las paredes con bloques de concreto, pero que por la falta de recursos el proyecto quedó inconcluso.
Todos ansiaban en darle la bienvenida a Erwin José, incluyendo sus abuelos paternos, Elda Bardales y Lucio Velásquez Bonilla. Se habían congregado para hablar del desafortunado viaje su pariente.
Mientras su madre María Elena elaboraba las tortillas para la cena, su padre Santos recordaba la preocupación e incertidumbre que vivieron desde que conocieron que su hijo sería deportado y lo que significaba para él llegar a la nación del norte.
“Él se fue mojado, una porque la situación económica aquí no es la mejor, quería ir a trabajar para ayudarnos y, la otra (razón), para buscar y conocer a su hija”, expresó Santos Bardales.
Explicó que hace diez meses la novia de su hijo viajó de manera ilegal a Estados Unidos, “iba embarazada y a los dos meses de estar allá nació la niña, ya tiene siete meses y mi hijo quería llegar a Estados Unidos para verla, trabajar y ayudarle”.
Santos es la cabeza del hogar, pero no tiene empleo y para mantener a su familia vende jugos de fruta que elabora su esposa a los trabajadores en los campos de corte de palma africana, la principal actividad que mueve la economía de la aldea.
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Uno de los vecinos de la zona y cortador de palma, Juan Rolando Padilla, dijo que tanto la producción como las ventas de la “bellota”, como le llaman al fruto de esa planta, han mermado.
“En esta comunidad la principal fuente de empleo es el rubro de la palma africana y debido a problemas que se han venido dando la gente ha estado emigrando rumbo a Estados Unidos”, agregó. “Uno de los problemas es la sequía y, si no es la palma, aquí no hay dinero”.
Luis Membreño, otro vecino, dijo que la gente está emigrando por varios factores: “en primer lugar, estamos viviendo en un sistema tremendo, para nosotros los pobres no hay nada bueno, no se encuentra empleo, los empleos no son estables y por eso la gente emigra, porque no hay una salida de vida”.
Santos comentó que su vástago se dedicaba al corte de palma africana, pero que esa labor es temporal y la paga es poco: Entre 700 y 1,000 lempiras a la semana (unos 40 dólares).
El momento de retorno al hogar de sus padres llegó. Erwin José se bajó del autobús que lo condujo a casa. Entre lágrimas, el joven migrante se aferró por unos minutos a los brazos de sus padres que trataban de consolarlo.
“Le doy gracias a Dios porque ya estoy nuevamente con ellos”, dijo Erwin José, quien vestía un pantalón azul, camiseta gris y en su espalda cargaba un maletín verde.
Evidentemente triste saludó a cada uno de sus primos, tíos y abuelos.
Luego de varios minutos y un poco menos agitado, el migrante hondureño contó a la AP los momentos que vivió tras su detención en Estados Unidos.
“Después que me detuvieron, me llevaron a una casa donde me pidieron todos los datos, después hablé con un juez donde se decide si me quedo o no y después me dijeron que firmara la carta de deportación”, expresó.
Aseguró que en Estados Unidos le negaron rotundamente el asilo y que jamás le dieron esperanzas.
Señaló, además, que en ningún momento le dijeron que lo llevaban para Guatemala, sino hasta que ingresó al avión en el que él era el único migrante, pues los demás pasajeros eran personal estadounidense de migración.
“A mí me pareció raro que me enviaran a Guatemala”, afirmó. “Ahí me atendieron bien y me preguntaron si quería asilo, yo les dije que no tenía familia ahí y que no podía quedarme. Me iban a conseguir trabajo y casa”, subrayó.
Pero rechazó la propuesta y optó por retornar a Honduras, aunque sin descartar en el futuro un segundo intento de buscar suelo estadounidense, para encontrar a su pequeña hija.