El que el presidente estadounidense Donald Trump haya hablado de una posible “opción militar” en Venezuela genera el riesgo de distanciar a las naciones latinoamericanas que ya habían superado su renuencia a trabajar con él, y que acordaron una postura unida de confrontación para aislar al gobierno del presidente Nicolás Maduro.
Incluso Colombia _el más firme aliado de Washington en la región_ condenó cualquier medida militar y el uso de la fuerza que afecte la soberanía de Venezuela.
Maduro ha acusado desde hace tiempo a Washington de tener planes militares para Venezuela y específicamente sobre las vastas reservas petroleras del país, las más grandes del mundo.
Sin embargo, diversos sectores rechazan las afirmaciones de Maduro en ese sentido y las describen como un intento de desviar la atención a los fracasos de su gobierno para frenar los numerosos problemas que enfrenta, tales como la escasez generalizada de productos, una inflación galopante y una de las peores tasas de homicidios en el mundo.
“Durante años ha estado diciendo que Estados Unidos estaba preparando una invasión, y todo el mundo se echó a reír. Ahora esa aseveración quedó confirmada”, señaló Mark Feierstein, que fungió como el principal asesor de seguridad nacional del presidente Barack Obama para asuntos de América Latina.
“Es difícil imaginar que Trump pudiera decir algo más perjudicial”.
Trump escogió el peor momento para hacer una declaración de ese tipo, al emitirla días antes de la gira que el vicepresidente Mike Pence hará por cuatro naciones de América Latina con el fin de mostrar que Washington y sus socios regionales pueden trabajar en conjunto para promover la democracia en el hemisferio.
Esta semana en Perú, los cancilleres de 12 naciones del continente americano condenaron la destrucción de la democracia en Venezuela y rehusaron reconocer la nueva Asamblea Constituyente oficialista creada por Maduro para modificar la carta magna, que muchos ven como una maniobra burda para afianzarse en el poder.
Estados Unidos no participó en la reunión, en una muestra de cortesía a países que históricamente desconfían de las políticas prepotentes de Washington.
Las sospechas y el resentimiento persisten en muchos rincones de la región debido a añejas invasiones estadounidenses en diversas partes de América Latina para derrocar a gobernantes izquierdistas o cobrar deudas no reembolsadas.Sin embargo, a instancias del gobierno de Trump, varios gobernantes latinoamericanos habían superado en fecha reciente su renuencia a intervenir en los asuntos políticos internos de un país vecino tras hacerse de la vista gorda durante años de los acontecimientos en Venezuela.
Por primera vez, diversos líderes latinoamericanos han comenzado a utilizar la palabra dictadura para describir al gobierno de Venezuela y han retirado a sus embajadores en Caracas en señal de protesta. Incluso Perú expulsó el viernes al embajador venezolano, y la semana pasada el bloque comercial sudamericano Mercosur suspendió a Venezuela por infringir las normas del grupo con relación a la democracia.
E incluso más sorprendente, ningún país latinoamericano _salvo los aliados ideológicos cercanos como Cuba y Bolivia_ censuró la decisión de Trump de imponer sanciones a más de 30 funcionarios venezolanos, entre ellos Maduro, a pesar de las críticas anteriores en la región contra medidas unilaterales similares.
Ni siquiera el disgusto que Trump causó con su decisión de dar marcha atrás en parte a la política de apertura de Obama hacia Cuba _un restablecimiento de relaciones aplaudido en todo el espectro político de la región_, ni su persistente discurso de construir un muro en la frontera con México para impedir que los migrantes crucen hacia Estados Unidos impidieron que diversos gobiernos presentaran un frente unido contra Maduro.
Sin embargo, la veloz reacción a las declaraciones “militaristas” de Trump muestra que la región no está dispuesta a apoyar una intervención de efectivos estadounidenses.
Las naciones del Mercosur, que incluye a Brasil y Argentina, afirmaron el sábado en una declaración que “el repudio a la violencia y a cualquier opción que implique el uso de la fuerza es insoslayable y constituye la base fundamental de la convivencia democrática, tanto en el plano interno como en las relaciones internacionales”.
El compromiso de Estados Unidos con otros países de la región no ha sido constante y Washington podría haber sacado más provecho del deterioro de la situación en Venezuela que cualquier influencia diplomática concertada.
El secretario norteamericano de Estado, Rex Tillerson, no asistió en junio a una reunión crucial de la Organización de los Estados Americanos, lo que impidió a algunos países caribeños que dependen de los envíos petroleros de Venezuela obtener la protección política que buscaban para retirar su apoyo a Maduro.
Por recomendación de Pence y el senador republicano Marco Rubio, Trump al parecer adoptó un interés personal en Venezuela e incluso recibió en la Casa Blanca a Lilian Tintori, esposa de Leopoldo López, un destacado líder opositor encarcelado.
Ese acto había alentado a los oponentes de Maduro, que llevan cuatro meses de intensas protestas para exigir la renuncia del mandatario.
Las acciones de la oposición podrían ser socavadas si Maduro amplía su represión contra la disidencia al argumentar, como ha hecho antes, que las tácticas de los sectores antigubernamentales son un preludio a un golpe de Estado con apoyo de Estados Unidos. Sólo que esta vez Maduro puede señalar como evidencia las palabras de Trump.
Pence llega el domingo a Colombia en la primera escala de su gira por América Latina, y estaba previsto que el tema de Venezuela tuviera preponderancia en su agenda. Sin embargo, ahora podría verse obligado a emprender un control de daños, dijo Christopher Sabatini, director ejecutivo de Global Americans, un sitio web enfocado en las políticas de Estados Unidos en la región.
“Él está por escuchar andanadas de quejas y comentarios”, declaró Sabatini. “Las ansias de Trump y de algunas personas que lo rodean de decir cosas sin tener ninguna idea del contexto son realmente dañinas no solo para la política de Estados Unidos sino también para la estabilidad regional”.