Descrito como un hombre austero y metódico, el exjefe del FBI Robert Mueller, que investiga la presunta injerencia rusa en la campaña presidencial de Estados Unidos el año pasado, encabeza una pesquisa ultrasensible que sacude a la Casa Blanca.
Mueller, nombrado en mayo fiscal especial en el caso sobre la posible colusión entre miembros del equipo de campaña del hoy presidente Donald Trump y funcionarios rusos, es un súper investigador con grandes poderes y mucha independencia.
A diferencia de un simple fiscal federal, como fiscal especial tiene mayor libertad de acción y no debe informar permanentemente a su jerarquía, a pesar de estar subordinado al Departamento de Justicia e incluso al presidente.
Nombrado por el fiscal general adjunto Rod Rosenstein, a quien rinde cuentas, Mueller dejó el sector privado, donde era miembro del bufete de abogados WilmerHale, para encargarse del caso ruso.
Sin vínculos conocidos con Trump, este abogado y militar retirado de 73 años ha trabajado discretamente en los últimos meses con un equipo de una decena abogados en sus oficinas en el centro de Washington, no lejos de la Casa Blanca.
Con reputación intachable como persona recta y trabajadora, el exjefe del FBI entre 2001 y 2013, durante los gobiernos de George W. Bush y Barack Obama, se ganó el respeto tanto de republicanos como de demócratas, sin dudar cuando creía que debía oponerse a prácticas que consideraba ilegales.
- 'Determinación e independencia' -
Mueller puede jactarse de 'determinación e independencia', comentó el senador demócrata Richard Blumenthal, uno de los más duros críticos de Trump.
Nombrado jefe del poderoso Buró Federal de Investigación (FBI) solo una semana antes de los atentados del 11 de septiembre de 2001, Mueller fue reemplazado por James Comey, quien fue despedido en mayo por Trump en medio de una controversia por la investigación de su asesor de Seguridad Nacional, Michael Flynn, que debió renunciar por el caso ruso.
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El mandato de 12 años de Mueller en el FBI estuvo dominado por cuestiones de terrorismo y vigilancia, en los que defendió los programas de monitoreo de comunicaciones, revelados por Edward Snowden, como 'de primordial importancia' en la prevención de actos terroristas.
En 2004, sin embargo, amenazó con renunciar debido a un programa de interceptación extrajudicial, ordenado por el presidente George W. Bush después del 11 de septiembre.
Su larga permanencia al frente de la policía federal estadounidense fue superada solo por la de Edgar Hoover, el fundador del FBI, que dirigió esa agencia durante 48 años hasta su muerte.
Robert Swan Mueller III, miembro de la aristocracia de Nueva York y educado en la prestigiosa Universidad de Princeton, ya había tenido responsabilidades importantes en el sistema de justicia estadounidense antes de ingresar al FBI.
Ocupó sucesivamente los cargos de fiscal federal en San Francisco, fiscal federal y número dos del Departamento de Justicia bajo la presidencia de George Bush padre.
Entre sus casos más sonados, supervisó el juicio del exdictador de Panamá Manuel Antonio Noriega, condenado en Estados Unidos por tráfico de drogas y lavado de dinero, así como la investigación de la explosión de un Boeing 747 de la compañía estadounidense Pan Am sobre la aldea escocesa de Lockerbie, en la cual murieron 270 personas el 21 de diciembre de 1988.
Oficial retirado del Cuerpo de Marines, Mueller sirvió durante la Guerra de Vietnam, donde fue herido en combate.
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