CIUDAD JUÁREZ, MÉXICO.- Los miles de migrantes que piden asilo en
Estados Unidos tienen esperar y esperar, y esperar del lado mexicano de la frontera.
Parejas con hijos duermen en carpas junto a puentes frente a Texas por semanas enteras, esperando ansiosos que llamen sus números para que puedan ingresar a Estados Unidos.
Los migrantes se quejan de acosos y secuestros por parte de bandas de delincuentes y de funcionarios corruptos. Algunos pagan para que los dejen adelantarse en la cola. Otros, decididos a ingresar legalmente, esperan pacientemente, a veces por meses.
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Esto es lo que sucede desde que el gobierno de Donald Trump cambió radicalmente la forma en que procesa los pedidos de asilo.
La Associated Press visitó ocho ciudades a lo largo de la frontera entre México y Estados Unidos y encontró 13.000 migrantes en listas de espera para ingresar a Estados Unidos, sometidos a mecanismos improvisados y a menudo cuestionables.
Las colas comenzaron a alargarse el año pasado, cuando el gobierno de Estados Unidos limitó la cantidad de pedidos de asilo que acepta diariamente en los principales cruces fronterizos, obligando a que el gobierno mexicano, voluntarios, organizaciones sin fines de lucro y los propios migrantes coordinen las esperas.
Desde octubre aumentó la cantidad de familias centroamericanas que llegan a la frontera, creando lo que se considera una crisis humanitaria.
En algunas ciudades pasan días sin que nadie sea procesado, según comprobó la AP. En San Diego se tramitan hasta 80 solicitudes diarias, pero la cola en Tijuana, la más larga de todas, tiene unas 4.800 personas.
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Diariamente los funcionarios de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza avisa a las autoridades mexicanas cuánta gente admitirán ese día. El coordinador de las esperas informa entonces a los migrantes cuántas personas serán entrevistadas.
Es imposible predecir a cuántas recibirán. Los migrantes eligen sus rutas en base a un análisis de qué ciudad tendrá la espera más corta y cuál será la más segura mientras permanecen allí.
Una demanda ante tribunales federales de Estados Unidos dice que el gobierno viola leyes nacionales a internacionales al negarse a recibir a personas que piden asilo. Las autoridades estadounidenses dicen que su limitada capacidad de procesar las solicitudes es lo que decide cuántas personas son admitidas a diario.
“No es que estemos rechazando a esta gente, se les pide que esperen”, sostuvo en octubre el entonces comisionado de Aduanas y Protección Fronteriza Kevin McAleenan, hoy secretario interino de seguridad nacional.
Hay quienes sienten que no pueden esperar y tratan de ingresar a Estados Unidos ilegalmente, a veces con consecuencias trágicas.
Una familia hondureña llegó a Piedras Negras y decidió que la espera era demasiado larga. Optó por cruzar el río Bravo y fueron barridos por las aguas. El padre y tres hijos, incluido un bebé, fallecieron.
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Estado de cosas en las ciudades visitadas por la AP:
CIUDAD JUÁREZ: Tinta negra, cintas en las muñecas, miles de personas haciendo cola.
Una empleada del gobierno sale de un edifico de oficinas a las nueve de la mañana y se para en lo alto de una escalera. Un grupo grande de cubanos se abalanza sobre el sector, ansiosos por saber qué pasa con las solicitudes. “¡Atrás!, ¡Atrás!”, dice la mujer.
Otro funcionario grita la cantidad de solicitudes que hay: “¡7.449!”. Acto seguido asoma un hombre que llama a 19 personas que podrán cruzar el puente de El Paso, Texas.
Esta pujante ciudad industrial comenzó la política de armar listas de espera en octubre, cuando numerosos cubanos que pedían asilo empezaron a dormir en una estrecha acera del transitado puente internacional. Las autoridades mexicanas decidieron que tenían que sacarlos de allí.
La Casa del Migrante, el albergue de migrantes más grande de la ciudad, se encuentra a media hora de auto del puente. Empezó a registrar los nombres de las personas que piden asilo y a darles números que escribía con tinta negra en sus brazos. Luego de una ola de críticas, se empezó a dar a la gente cintas de plástico con los números.
Algunos vendieron sus números a migrantes que querían adelantarse en la cola o se los dieron a otros cuando optaron por cruzar ilegalmente, según Enrique Valenzuela, secretario ejecutivo del Centro de Servicios de Migrante del estado de Chihuahua. Otros falsificaron brazaletes para adelantarse en la cola. Se produjeron fuertes discusiones cuando dos personas se aparecieron con el mismo número.
“Los oportunistas se aprovechan para hacer negocio”, dijo Valenzuela. “Es una forma fácil de ganar dinero”.
A fines de marzo, el gobierno estatal se hizo cargo de los migrantes en listas de espera y recibió cuatro cuadernos con nombres escritos a mano y números, hasta el 10.221. Los nombres y las fotos fueron ingresados a una computadora. El gobierno creó un grupo de Facebook que actualiza dos veces al día, para que las personas que piden asilo sepan cuánta gente admitirá Estados Unidos cada día.
Actualmente hay unos 4.500 nombres en la lista de espera.
REYNOSA: El 'dueño del río' controlan todo
Los padecimientos que enfrentan las personas que esperan en Reynosa, frente a McAllen, Texas, se agravan por la violencia reinante.
Se registraron 1.471 asesinatos el año pasado en el estado de Tamaulipas, donde se encuentra Reynosa. Hay tiroteos entre delincuentes y policías a diario. El gobierno estadounidense recomendó a sus ciudadanos que no visiten esta ciudad y pocos norteamericanos están dispuestos a visitar el albergue que lleva la lista de migrantes que piden asilo o las iglesias y hoteles donde esperan ser llamados.
Jennifer Harbury, activista pro derechos humanos de Texas, habló hace poco con un gran grupo de personas que solicitan asilo en el refugio Senda de Vida, incluso gente que dijo haber sido secuestrada por carteles.
“El dueño del río. Ustedes saben quiénes son”, expresó Harbury. Varias personas asintieron.
En lugar de combatir los carteles, dice Harbury, los funcionarios del gobierno mexicano tratan de aprovecharse de los migrantes. Afirma que habló con dos personas que fueron detenidas en el sótano de una oficina del gobierno por guardias que exigieron dinero para dejarlas ir.
Una mujer centroamericana dijo a la AP que ella y sus dos hijos pagaron 3.000 dólares para que los llevasen desde el sur de México hasta el río Bravo. Cuando llegaron a Reynosa, señaló, el coyote exigió otros 1.000 dólares.
Ella y su hijo de dos años fueron retenidos en una casa de un cuarto, mientras su hijo de cuatro años fue enviado a otra. El coyote los dejó ir después de seis días, al ver que no habían conseguido más dinero. Los soltaron en el puente internacional y les instruyeron que dijesen que les habían robado y que no tenían adónde ir.
Un individuo les dio unos pesos para que tomasen un taxi hasta Senda de Vida. Allí ella y sus hijos esperan con cientos de personas, algunas de las cuales están en el lugar desde enero.
“Salir me da miedo. Porque aquí a cada rato pasan ellos”, dijo la mujer, quien habló a condición de no ser identificada por temor a represalias de los coyotes. “Que donde me vean, me reconozcan y me agarren”.
La lista de Reynosa es manejada por el director del refugio Héctor Silva y tiene 370 nombres. Parado junto a Harbury, Silva les dijo a los migrantes que piden asilo que quería que Senda de Vida fuese un refugio que ampara a la gente de los delincuentes y los sobornos.
“No hay corrupción en esta casa”, manifestó.
PIEDRAS NEGRAS, México: La lista de WhatsApp.
Cuando las personas que piden asilo llegan al albergue de migrantes Frontera Digna en Piedras Negras, se les da un número telefónico para que puedan enviar mensajes de texto a través de WhatsApp. Se les dice que envíen los nombres y las fotos de todos los solicitantes de su grupo y luego esperen noticias.
La lista la coordina el dueño de un restaurante llamado Héctor Menchaca, que hace de enlace con la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (OAPF).
Sentado en su restaurante de Piedras Negras, Mencheca dijo que las autoridades estadounidenses lo llaman a diario para decirle cuánta gente admitirán en uno de los puentes que llevan a Eagle Pass, Texas. Después mira quién está al tope de la lista y le envía un mensaje por WhatsApp.
En su lista hay unas 360 personas, a las que se suman otras 200 que esperan ser añadidas más adelante. El gobierno no admite más solicitantes por el momento, según Menchaca.
“Yo les digo a todos: vivan con el teléfono. Téngalo en la mano”, comentó. “Porque si yo te hablo y no me contestas, no voy a ir a buscarte donde estés”.
La lista incluye gente de América Central, México, Brasil y países del otro lado de un océano, como Camerún. A nadie se le dice qué tan cerca del tope de la lista están, solo que pueden tener que esperar dos o tres meses.
Bernardo Blanco Romero dice que se fue del estado de Guerrero, al sur de México, por la violencia del narcotráfico y por la falta de trabajo. Eligió Piedras Negras porque la consideró más segura que otras ciudades de la frontera.
“Voy a esperar, no me queda otra. No tengo dinero para regresarme”, declaró. Con él están su esposa y cuatro hijos.
Obed Cuéllar, subdirector del albergue, dice que una familia típica permanece allí dos noches y tres días antes de buscar alojamiento en otro sitio. Las iglesias de la ciudad abrieron albergues y los activistas tienen una red de sitios donde alojar personas.
Pero mucha gente dice que no puede esperar, como los cuatro miembros de una familia que se ahogaron la semana pasada en el río Bravo. Cuéllar recuerda que trató de convencer al padre de que no lo intentase.
“Me dijo, ‘Dios me ayudará a cruzar el río con mis hijos’”, relató.
NOGALES: Un asunto de familia
Ninoska Marisol Martínez Ortiz lleva su beba de 15 meses en sus brazos y la limpia de vez en cuando la nariz mientras cuenta su experiencia en Nogales. Pasó 45 días en esa ciudad mexicana de la frontera, en una lista con unos 1.000 nombres.
Fue una de varias decenas de migrantes, mayormente de América Central y México, que se congregaron en una capilla adornada con imágenes de Nuestra Señora de Guadalupe.
“¿Cuántas personas llevan aquí 30 días?”, preguntó un periodista. La mitad levantaron sus manos.
Sheyla Matamoros estaba desde hacía 48 días. Carlos Quinteros había perdido la cuenta.
Brenda Nieblas, cuya familia administra otro albergue de la zona, lleva la lista de los que van llegando.
Antes de que ella se involucrase, cientos de migrantes esperaban en el cruce fronterizo y muchos se abalanzaban cuando las autoridades estadounidenses llamaban gente para iniciar los trámites.
Ahora ella les asigna números. La mayoría de los días unos pocos migrantes son admitidos. Algunos ninguno, ninguno.
Cuando llegan, a menudo se los envía a un puesto de primeros auxilios de la Cruz Roja, como ocurrió con una mujer con un hijo de tres años que no paraba de llorar. El personal médico le dijo que no había infecciones, pero que ella se había deshidratado durante el viaje.
Después se los conecta con Nieblas, que los incorpora a la lista de espera, les asigna un albergue en Nogales y los informa cuando llega su turno.
MEXICALI: A la espera de una llamada telefónica
Grupos Beta, una unidad del servicio de inmigración de México que ofrece comida, transporte y otras formas de ayuda a los migrantes, interviene en todas las ciudades pero en ninguna más que en Mexicali, urbe de un millón de habitantes, del otro lado de Calexico, California.
Los empleados de Beta lucen camisas anaranjadas y se les informa a diario cuántas personas serán admitidas. Llaman entonces a los números correspondientes. En Mexicali hay unos 800 nombres en la lista.
Dos administradores de albergues dijeron que todos los días se les informa qué números serán llamados. Pero Heidi Láinez y su hijo de tres años Gonzalo tuvieron solo media hora para presentarse con sus números, el 2.155 y el 2.166. Había esperado un mes.
“Tienes que tener la valija lista”, comentó Láinez, una hondureña de 29 años que se alojaba en la casa de una amiga. “Si no estás lista, pierdes tu turno. Siempre tienes que tener tu teléfono contigo”.
El personal de Beta escribe los números en papeles cuando llega una persona que busca asilo y le pide un número de teléfono. Quienes no tienen un teléfono, dejan el nombre del albergue donde se alojan.
SAN LUIS RÍO COLORADO: 'No hay un programa fijo'
Darwin Mora está a cargo de dos grandes tableros blancos con cientos de números escritos con un marcador negro. Cada número representa una familia o una persona. Cuando la Oficina de Aduanas y Control Fronterizo informa a las autoridades mexicanas cuántas personas admitirá ese día, le corresponde a Mora asegurarse de que esas personas están listas.
Mora, un individuo alto que habla rápido y se precia de estar pendiente de los detalles, dice que la OACF lo puede llamar a cualquier hora del día, desde las ocho de la mañana hasta las diez de la noche. Durante esas horas, él está siempre cerca del tablero, ubicado debajo de un toldo verde. El tablero está dividido en prolijas columnas y líneas. En cada casilla hay un número que representa la cantidad de miembros de una familia.
“En realidad no hay un programa fijo”, manifestó. “Sería bueno que tuviesen uno, pero puede ser a las siete de la noche o a las tres de la tarde. No hay nada fijo. ‘Oye, necesito un grupo de dos. Necesito un grupo de cinco’. Nunca es lo mismo”.
Después del cierre de un gran campamento de personas que buscaban asilo a principios de año más de 200 familias bajo lonas en una faja de tierra, que respiraban las emisiones de los autos Mora impuso nuevas reglas y ahora se permiten campamentos de no más de seis toldos y 15 familias. Pueden permanecer allí familias que van a ser llamadas pronto, lo que les permite estar listas cuando les llega su turno.
Hay unas 900 personas en la lista si se da por sentado que hay tres personas por familia. Los arribos más recientes pueden tener que esperar al menos cinco meses.
Isabel Mola, de 29 años, le escapó a un marido abusivo en el centro de México y se llevó consigo a sus tres hijos, de ocho, cinco y un año. Una amiga le dijo que San Luis Río Colorado era un sitio seguro y que las esperas para cruzar la frontera eran tolerables. Está 306 en la lista y no sabe cuánto tiempo permanecerá allí.
“A veces llaman gente, otras no. O lo hacen cada tres días”, declaró luego de preparar una gran cacerola de sopa de verduras para el albergue para mujeres y niños migrantes donde está alojada.
Mora sabe que manejará la lista por poco tiempo. Es un migrante venezolano que espera con su familia y dos hijos ser admitida en Estados Unidos e instalarse en Phoenix, donde tiene familiares.
Mora está preparando a un mexicano que también pide asilo para que coordine la lista cuando llamen su número, el 181.
“Cuando me llegue la hora de cruzar, él sabrá todo lo que tiene que saber”, expresó la venezolana. “Tengo total confianza en él. Hay que elegir un buen reemplazante porque la lista es una gran, gran responsabilidad”.
Tijuana tiene mucha experiencia con el sistema de números. Lo empezó a usar en el 2016, cuando llegaron numerosos haitianos que pidieron asilo en Estados Unidos. Su lista de espera tiene unos 4.800 nombres.
Todas las mañana Beta entrega anotadores gastados a personas que buscan asilo que se ofrecen como voluntarias para registrar los nuevo arribos. Un domingo reciente, había casi 100 personas haciendo fila, casi todas camerunenses que habían llegado el día previo.
Un voluntario usó luego un megáfono para llamar las 70 personas que podrían cruzar ese día.
“Es desgastante no saber cuánto tiempo vas a tener que esperar”, dijo Pedro Trujillo, de 43 años, después de que se llamó su número. Su familia espera poder instalarse en lo de amigos en Kansas.
MATAMOROS: Larga espera y ‘no hay lugar’ para familias
Al pie del puente que conecta Matamoros (México) con Brownsville (Texas) hay más de 20 hojas de papel pegadas a un gran tablero con los nombres escritos a máquina de más de 800 personas. Son migrantes que esperan en Matamoros ver qué nombres son tachados con un marcador negro porque han sido llamados.
Algunos de los nombres tienen la palabra “río” escrita a su lado porque se cree que esos individuos se cansaron de esperar y trataron de cruzar el río ilegalmente.
Unas 50 personas pueden dormir en carpas cerca del puente si están arriba en la lista. El resto se quedan en albergues, hoteles y casas de huéspedes.
Muchas personas que tenían preguntas en torno a la lista acudían a Cynthia Mayrena, una nicaragüense de 29 años que estaba en la lista desde enero junto con su esposo y su hijo de cuatro años. Dice que los adultos y adolescentes que viajan solos son llamados más rápidamente que las familias.
“A veces pasan 20 días sin que pase una sola” familia, afirmó. “Dicen que no hay espacio allí para familias”.
Abundan las denuncias de que funcionarios mexicanos o guardias exigen dinero para incorporar a la agente a las listas o para adelantarlas. Varios migrantes que esperaban junto al puente, no obstante, dijeron que no se les había pedido dinero y que daba la sensación de que las litas estaban bien manejadas, solo que el proceso es muy lento.
Las personas que esperan en carpas junto al puente han formado una especie de comunidad cerrada. Una mañana reciente de fin de semana una hondureña le entrelazaba el pelo a una venezolana. Una niña contorneaba su cintura con un aro. Hubo festejos cuando unos voluntarios de una agrupación llamada Team Brownsville llegaron con un desayuno de leche, cereal y huevos duros.
El campamento, sin embargo, es un sitio duro, especialmente por las temperaturas, que llegan a los 32 grados centígrados (90 Fehrenheit) un mes antes de que empezase el verano. Algunas personas se las rebuscan para conseguir cuatro pesos mexicanos (25 centavos de dólar) para usar el baño del puente internacional y luego regresan.
Un hombre se zambulló en el río para bañarse. Podía llegar nadando al país al que quería entrar, pero permaneció cerca de la ribera mexicana.
Después de un rato salió del agua y regresó a las carpas. A esperar.
El reporter de la Associated Press Cedar Attanasio colaboró en este despacho.