Encandilados por el sol, los miembros de la expedición salieron a la luz del día con rostros un poco pálidos pero visiblemente en buen estado físico.
Sin reloj, teléfono ni luz natural, los 14 voluntarios, conducidos por el explorador franco-suizo Christian Clot, tuvieron que acostumbrarse a los 12 grados y 95% de humedad de la cueva de Lombrives en Ariège, generar su propia electricidad a través de un sistema de pedales y extraer agua a 45 metros de profundidad.
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Según el explorador, fundador del Human Adaptation Institute, este experimento llamado 'Deep Time' ('Tiempo profundo') pretende estudiar nuestras capacidades de adaptación a la pérdida de puntos de referencia espacio-temporales, una cuestión planteada sobre todo con la crisis sanitaria.
A pesar de la participación de investigadores, la iniciativa es recibida con escepticismo por otros científicos que subrayan la ausencia de un marco suficientemente 'riguroso'.
Etienne Koechlin, director del laboratorio de neurociencias cognitivas en la Escuela Normal Superior (ENS), que participa en las investigaciones de 'Deep Time', defiende su carácter 'innovador'.
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Los datos sobre el cerebro y las capacidades cognitivas de los participantes recogidos antes de la entrada en la cueva se compararán con los recogidos a la salida, con el fin de estudiar los cambios del sistema nervioso vinculados a este entorno excepcional.
Al igual que otros investigadores, Pierre Marie Lledo, director del laboratorio 'Genes, Sinapsis y Cognición' en el Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) y de la unidad 'Percepción y Memoria' en el Instituto Pasteur, señala la ausencia de un 'grupo de control', lo que impide validar científicamente los resultados.
A su salida, los 15 participantes en la operación 'Deep Time' se reunieron con sus familiares, antes de una conferencia de prensa y de un intercambio sobre su experiencia con periodistas.