'A los no vacunados, tengo muchas ganas de fastidiarles. Y eso es lo que continuaremos haciendo, hasta el final. Es esta la estrategia', reconoció Macron en una entrevista concedida al diario Le Parisien y publicada el martes.
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El mandatario liberal utilizó en francés el verbo 'emmerder', un registro coloquial que sorprende en un jefe de Estado y que se puede traducir como 'joder', 'molestar', 'fastidiar' o 'complicar la vida'.
Sus declaraciones desataron una tormenta en la clase política, desde la izquierda radical hasta la extrema derecha, alimentaron su imagen de arrogante y contribuyeron a suspender de nuevo el debate parlamentario sobre una medida clave.
La Asamblea Nacional (cámara baja), donde el gobierno es mayoritario, aplazó el martes por la noche por segundo día consecutivo el debate sobre la aprobación de un pasaporte de vacunación que sustituya al actual pasaporte sanitario.
El ejecutivo francés quiere que esta nueva medida se aplique a mediados de enero, en plena quinta ola de contagios. El miércoles se registraron 335,000 nuevos casos en 24 horas, una cifra récord, anunció el ministro de Salud, Olivier Véran, ante los diputados que debaten la medida.
Si se aprueba, los mayores de 12 años sin vacunar no podrán ir a restaurantes, museos, gimnasios, cines ni usar ciertos transportes, aunque presenten una prueba de diagnóstico negativa de menos de 24 horas, como se permite actualmente.
La candidata presidencial del partido derechista Los Republicanos, Valérie Pécresse, se dijo 'indignada' por las declaraciones. 'No corresponde al presidente de la República escoger entre buenos y malos franceses', aseguró a CNews.
Pécresse, a la que algunos sondeos sitúan codo a codo con el actual mandatario en la segunda vuelta de la presidencial de abril, llamó además a los franceses a 'poner fin al quinquenio del menosprecio'.
Los presidenciables ultraderechistas, bien situados en las encuestas, denunciaron la 'violencia' de los propósitos del mandatario, en palabras de Marine Le Pen, o una tentativa de 'existir en la campaña', como afirmó el también aspirante Éric Zemmour.
La candidata socialista y alcaldesa de París, Anne Hidalgo, así como el comunista Fabien Roussel, cuestionaron la capacidad del presidente para 'unir' a los franceses. El izquierdista Jean-Luc Mélenchon denunció una 'confesión alucinante de Macron'.
Su primer ministro, Jean Castex, cargó en cambio contra la 'ínfima minoría' de franceses que rechazan la vacunación y quienes, a juicio del jefe de gobierno, son los responsables de 'fracturar' el país.
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'Maniobra política' y 'riesgo'
Desde su llegada al poder en 2017, este exbanquero y exministro, de 44 años, ha intentado borrar su imagen de político insolente cercano a las élites, si bien su mandato está salpicado de polémicas frases.En una entrevista en diciembre, el presidente justificó estas controversias por su 'voluntad de sacudir' el sistema, como cuando aseguró que en 'las estaciones de trenes te cruzas con gente que ha tenido éxito y personas que no son nada'.
Sus polémicas declaraciones sobre pobres o desempleados también sirvieron de catalizador durante las manifestaciones de los 'chalecos amarillos' en 2018 y 2019, que surgieron tras un alza del precio de los combustibles y se convirtieron en un movimiento de protesta mucho más amplio.
'Puede tratarse de una maniobra política para aglutinar a la parte de la opinión favorable a la vacunación, que se impacienta ante las reticencias de los antivacunas', dijo a la AFP el politólogo Jean Garrigues.
Pero el experto apuntó que esto implica también un 'riesgo'. 'Esta radicalidad lleva consigo una polémica sobre su lado autoritario y dictatorial, que sus adversarios ya han aprovechado', agregó.
El mandatario francés busca frenar el nuevo pico de contagios antes de confirmar su candidatura a la reelección, algo que sus allegados, como el ex primer ministro Edouard Philippe, dan por hecho, pero que el jefe de Estado se resiste a anunciar.
Su predecesor, el socialista François Hollande, renunció en 2017 a optar a un segundo mandato, en un contexto de muy baja popularidad. Hollande había llegado al Palacio del Elíseo en 2012 tras derrotar al mandatario saliente, el conservador Nicolas Sarkozy.
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