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Prosperidad de Alaska originada por el petróleo

Desde la construcción del Ducto Trans-Alaska a fines de los 70, la Ladera Norte ha producido hasta una quinta parte del petróleo de la nación, y los impuestos cobrados a la industria financian el presupuesto anual de 350 millones de dólares del gobierno del Distrito de la Ladera Norte.

10.06.2012

Hay cráneos de ballenas boreales exhibidos enfrente de los edificios
públicos, y las barbas de las ballenas –las placas cerdosas que filtran el krill en la boca de los cetáceos– se exhiben como trofeos en las oficinas y casas.

A principios de abril, Roy Nageak, un capitán ballenero de 60 años de edad, descendió de su motonieve y trepó una alta cresta de hielo 6.5 kilómetros frente a la costa en busca de un sendero de caza transitable.

“Esos tipos del petróleo pueden pensar lo que quieran, pero sabemos cuán duro es este océano”, dijo. “No saben en lo que se están metiendo”.

Pero los esquimales también han llegado a depender de la industria petrolera. Antes de que empezara la perforación en tierra en los años 60, muchas comunidades de la Ladera Norte carecían de agua corriente y dependían de lámparas de queroseno para tener luz. Los residentes cortaban el hielo en los lagos cercanos y lo transportaban en trineos tirados por perros para preservar sus alimentos. No había escuelas preparatorias ni estaciones de bomberos.

Desde la construcción del Ducto Trans-Alaska a fines de los 70, la Ladera Norte ha producido hasta una quinta parte del petróleo de la nación, y los impuestos cobrados a la industria financian el presupuesto anual de 350 millones de dólares del gobierno del Distrito de la Ladera Norte.

En los últimos 50 años, casi toda la prosperidad de Alaska ha sido impulsada por la producción petrolera y los precios del crudo. Los residentes no pagan impuesto sobre la renta estatal y de hecho reciben cheques –por un total de unos 5,000 dólares por familia de cuatro integrantes el año pasado– del Fondo Permanente de Alaska, una corporación en gran medida financiada por los ingresos petroleros.

Pero el desastre de Exxon Valdez en 1989 había cambiado las actitudes, especialmente entre los aldeanos. Temían que la perforación alterara la migración de la ballena boreal, forzando a los cetáceos a alejarse de su alimento y sus perseguidores peligrosamente mar adentro. También temían que un derrame pudiera envenenar a las ballenas.

El desastre de Deepwater Horizon el 20 de abril de 2010, el peor derrame marítimo en la historia de Estados Unidos, canceló los planes de perforación de Shell durante ese año, pero apenas desaceleró su campaña de cabildeo sobre el Ártico. En numerosas reuniones en la Casa Blanca incluso durante el clímax de la crisis del golfo, destacados funcionarios de Shell presionaron a favor de una decisión.

Después de que el flujo del pozo dañado fue contenido en julio, Obama se enfocó en cuándo reiniciar la perforación marítima y si ampliarla. Un mes antes del desastre de BP, el gobierno estadounidense había propuesto abrir nuevas áreas a la perforación frente a las Costas del Este y del Golfo así como Alaska.

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