Los aspirantes republicanos a la Casa Blanca criticaron este jueves la apertura del presidente Barack Obama hacia Cuba, aunque con matices, ya que mientras Donald Trump pidió más exigencias a la isla, Marco Rubio y Ted Cruz rechazaron las relaciones bilaterales.
Rubio y Cruz, ambos senadores de origen cubano, tuvieron las posturas más duras frente al deshielo iniciado por Washington y La Habana en diciembre de 2014, durante un debate realizado en Miami, Florida, donde se concentra la diáspora cubana en Estados Unidos.
'Sí, lo haría', respondió el ultraconservador Cruz a la pregunte de que si fuera elegido presidente en noviembre rompería las relaciones con Cuba, que fueron restablecidas a mediados del año pasado.
'Tengo un desacuerdo fundamental y pienso que la mayoría de los republicanos y los estadounidenses también, en el sentido de que no deberíamos permitir que miles de millones de dólares vayan a naciones que nos odian, como Cuba, Irán', dijo Cruz.
Rubio, hijo de inmigrantes cubanos nacido en Miami, dijo que para tener relaciones con Cuba, la isla de régimen comunista 'necesitaría cambiar, al menos su gobierno. Hasta hoy no lo ha hecho'.
Rubio, que necesita ganar las primaria de Florida el martes próximo para garantizar su permanencia en la carrera hacia la Casa Blanca, criticó que Obama haya hecho concesiones 'a cambio de nada'.
El líder de las primarias republicanas, Donald Trump, dijo que quería 'un mejor acuerdo' con Cuba.
'No estoy de acuerdo con el presidente Obama. Pero estoy de acuerdo en que hay que hacer algo. Tras 50 años, llegó el momento. Pero tenemos que hacer un buen acuerdo' con La Habana, apuntó.
El cuarto candidato republicano, el gobernador de Ohio, John Kasich, dijo estar en desacuerdo con la posibilidad de que empresas estadounidenses vayan a Cuba a hacer negocios, al ser preguntado sobre una empresa que obtuvo una licencia del gobierno estadounidense para producir tractores en la isla.
El intercambio sobre Cuba en el debate ocurrió a diez días de que Obama realice una visita a la isla, la primera de un mandatario estadounidense en casi 90 años.