Es un dilema de Washington con implicaciones para millones de personas en el mundo real y que lo determina todo, desde el futuro de la subida del salario mínimo al acceso al voto. Además, conformará la capacidad de Biden para mantener unidas a dos facciones del Partido Demócrata: los moderados de los estados indecisos que desconfían de la apariencia de renunciar al bipartidismo y los más progresistas que sostienen que los republicanos no van a colaborar de todos modos.
Por el momento, Biden — quien fungió como senador durante cuatro décadas y habla de la institución con veneración, además de con un cierto aire revisionista sobre los buenos tiempos de la cooperación entre partidos — está tratando de encontrar un término medio.
Los demócratas liberales aplaudieron su voluntad de tratar de sacar adelante por su cuenta un amplio plan de ayudas para el coronavirus de 1,9 billones de dólares, recurriendo a una opción llamada reconciliación presupuestaria que permite aprobar ciertas leyes con una mayoría simple o, en otras palabras, sin votos republicanos. Pero esa vía tiene limitaciones, como las estrictas normas sobre lo que puede incluirse y lo que no en un proyecto de ley.
El jueves, una senadora decretó que la provisión para un salario mínimo de 15 dólares la hora estaba fuera de esos límites, lo que llevó a algunos demócratas a pedir a Biden que cambiase los límites y anulase su decisión. La Ca sa Blanca dijo que eso no ocurrirá por el respeto del presidente a “los procesos del Senado”.
En última instancia, la Cámara de Representantes aprobó en la madrugada del sábado el paquete de rescate por 219 votos a favor y 212 en contra. Casi con seguridad, las ayudas superarán el trámite del Congreso aunque aunque algunos demócratas no vean bien abandonar el aumento del salario mínimo.
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Pero el camino que tiene por delante Biden se vuelve más complicado por las estrechas mayorías de los demócratas en las dos cámaras y los escasos indicios de que los republicanos estén interesados en abordar la legislación sobre el cambio climático, en revisar la política migratoria o en impulsar reformas electorales. Estas medidas están en su mayoría fuera del marco de las leyes de reconciliación, lo que supone que Biden necesita encontrar una forma de acercarse a los senadores republicanos de centro o de deshacerse de la práctica del filibusterismo — una maniobra dilatoria para obstruir la aprobación de una ley —, lo que le permitiría sacar a delante todas sus propuestas con 51 votos en la cámara alta.
Para algunos demócratas, dar ese paso que equivale a aceptar la realidad de lo que los republicanos están dispuestos a darle al presidente.
“Los demócratas hicieron muchas promesas al ganar la Cámara de Representantes, el Senado y la Casa Blanca”, dijo Pramila Jayapal, diputada demócrata por Washington, una progresista que durante años ha abogando por eliminar algunas de las normas del Congreso. “Así que vamos a tener que tomar una decisión. ¿Vamos a ceñirnos a esas normas o vamos a utilizar las palancas del gobierno para trabajar por el pueblo? Para mí, eso no es radical, eso es gobernar'.
Biden, que se presentó como un candidato que podría superar el bipartidismo de Washington, ha sugerido que se inclinaría a seguir las normas y a tratar de cortejar a los republicanos moderados que puedan estar dispuestos a trabajar con él.
Pero las cuentas se complican enseguida. Con el Senado dividido al 50%, el presidente necesita el voto de 10 republicanos para sacar adelante las leyes importantes. Sin embargo, cada movimiento que haga hacia el centro para acercarse a ellos podría poner en peligro el respaldo de los senadores liberales.
Matt Bennett, director ejecutivo de Third Way, un centro de estudios de centroizquierda, dijo que ve cierto valor en que Biden evalúe la disposición de los republicanos a colaborar con él durante las primeras semanas de su gobierno. Pero sin un avance significativo en el muro republicano, Bennett apuntó que mantener el filibusterismo dejará a Biden casi sin opciones de aprobar su agenda antes de la elecciones de mitad de legislatura de 2022.
“Si se mantiene el filibusterismo, va a tener que hacer lo que hizo (el expresidente Barack) Obama durante seis años, que es utilizar su poder ejecutivo en la medida de lo posible y esperar que pueda obtener un mejor resultado en las elecciones de mitad de mandato y unos pocos votos más', agregó Bennett.
De hecho, son las lecciones de la presidencia de Obama las que han cambiado la opinión de muchos demócratas sobre el filibusterismo, incluyendo la del propio exmandatario. Obama llegó a la Casa Blanca con una envidiable mayoría de 60 escaños en el Senado que le permitió aprobar un paquete de rescate por la recesión y la reforma de la atención médica sin el apoyo de los republicanos ni ningún cambio legislativo. Pero su mayoría se redujo tras sus dos primeros años en el cargo, como lo hizo su capacidad para sacar adelante leyes importantes.
El año pasado, Obama dijo que el filibusterismo era una “reliquia de Jim Crow” y señaló que si se usa para bloquear la legislación sobre el derecho al voto, debería eliminarse.
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Pero dentro del Partido Demócrata no hay un consenso claro sobre el camino a seguir. Un par de poderosos senadores moderados — Joe Manchin de Virginia Occidental y Kyrsten Sinema de Arizona — están en contra de esta reforma. Otros aún no se han manifestado.
Ambos partidos llevan años socavando esta táctica dilatoria. En 2013, el entonces líder de la mayoría en el Senado, el demócrata Harry Reid, la prohibió para las votaciones de conformación del poder ejecutivo y de algunos nominados judiciales. En 2017, con el republicano Mitch McConnell al frente del Senado, se eliminó el requisito de 60 votos a favor para los nominados a la Corte Suprema.
Muchos demócratas creen que Biden tendrá que enfrentar rápidamente este problema. Los demócratas comenzarán a impulsar pronto un amplio proyecto de ley electoral y ética que es vista por muchos en el partido como un contrapeso a las restricciones al voto que buscan los republicanos a nivel estatal. Legisladores republicanos han criticado esta medida como una toma de control federal de los comicios, y los grupos conservadores han prometido invertir millones para combatirla.
Esto podría hacer que terminar con el filibusterismo sea la única opción clara para su aprobación. Los progresistas alegan que es una opción más aceptable que explicar a los votantes, incluyendo a mucha gente de color que teme las nuevas restricciones de acceso a las boletas, que proteger un procedimiento del Senado es más importante que proteger su derecho al voto.
“Esto requerirá liderazgo presidencial', dijo Tre Easton, asesor del Battle Born Collective, un grupo progresista que trata de acabar con el filibusterismo. “El presidente Biden tiene que tomar una decisión bastante pronto, probablemente antes de lo que querría, sobre cuánto quiere presionar'.