Cuando se le preguntó por el duro trato que recibieron los miles de detenidos, que pasaron horas en autobuses policiales y luego fueron hacinados en celdas, Dmitry Peskov, el portavoz del presidente, Vladimir Putin, dijo que tendrían que asumir la responsabilidad de sumarse a protestas no autorizadas.
“La situación no la provocaron las fuerzas de seguridad, la provocaron los participantes en acciones ilegítimas”, dijo Peskov en una llamada con periodistas.
Las enormes protestas se produjeron después de que Navalny, un activista anticorrupción de 44 años que es el enemigo político más acérrimo de Putin, fuera detenido el 17 de enero. El líder opositor regresaba de sus cinco meses de convalecencia en Alemania tras un envenenamiento con un agente nervioso que él atribuye al Kremlin. Las autoridades rusas niegan haber tenido nada que ver y afirman que no tienen pruebas de que fuera envenenado, pese a los resultados de las pruebas en varios laboratorios europeos.
Una corte en Moscú envió el martes a Navalny a prisión durante dos años y ocho meses tras concluir que incumplió los términos de su libertad condicional cuando se estaba recuperando en Alemania. El fallo provocó indignación en la comunidad internacional y desencadenó nuevas protestas en Moscú y San Petersburgo.
LEA: El caso de Joseph Flavill, el joven que estuvo en coma y se infectó de covid-19
Tras la detención de Navalny, las autoridades se apresuraron también a silenciar y aislar a sus aliados. Una corte de Moscú puso la semana pasada a su hermano Oleg, a su cercano colaborador Lyubov Sobol y a otros aliados destacados bajo arresto domiciliario -sin conexión a internet- durante dos meses, dentro de una pesquisa penal sobre supuestos incumplimientos de las restricciones contra el coronavirus en las protestas.
Sobol fue acusado formalmente el jueves de incitar al incumplimiento de normas sanitarias al organizar las marchas.
Las protestas se han extendido por las 11 zonas horarias de Rusia en los últimos dos fines de semana, congregando a decenas de miles de personas en la mayor demostración de descontento hacia el gobierno de Putin en años.
En una respuesta sin miramientos, la policía detuvo a más de 10,000 asistentes en todo el país y golpeó a decenas de personas, según el grupo OVD-Info, que monitorea las detenciones. Muchos detenidos tuvieron que pasar horas en autobuses policiales después de que los centros de detención en Moscú y San Petersburgo se quedaran rápidamente sin espacio, o fueron hacinados en celdas diseñadas para muchas menos personas.
Peskov añadió que Rusia no escuchará las críticas occidentales sobre la sentencia de Navalny y la acción policial contra los manifestantes.