EMERSON, Canadá,
Tras un largo camino en plena noche atravesando llanuras nevadas y expuesto a ráfagas de un viento glacial, el somalí Farhan Ahmed consiguió franquear la frontera estadounidense para encontrar refugio en Canadá, huyendo, como decenas de clandestinos, de las amenazas del presidente Donald Trump.
Al igual que él, otros 22 inmigrantes han arriesgado su vida en los confines de Minnesota, Dakota del Norte y la provincia canadiense de Manitoba, exponiéndose a temperaturas de 20 grados bajo cero para llegar al hotel Emerson.
'Entraron y luego preguntaron si estaban en Canadá. Les dije: 'si, estáis en Canadá'', relata Wayne Pfiel, trabajador del único hotel de Emerson, un pueblo fronterizo de menos de 1.000 habitantes a 120 km al sur de Winnipeg.
No dudé en 'protegerles del frío, son seres humanos', explicó.
Farhan Ahmed, de 36 años, había llegado a Minneapolis (norte de EEUU, en autobús y desde ahí un hombre le llevó hasta la frontera aconsejándole que 'caminara hacia el Norte'.
'Aquella noche hacía mucho, mucho frío. Mis manos estaban congeladas y no sentía mis pies', cuenta este somalí, cuyo árido país es uno de los siete afectados por el decreto antiinmigración de Donald Trump, actualmente bloqueado por la justicia.
'Cuando supe que el servicio (estadounidense) de inmigración me buscaba, decidí probar mi suerte y pedir asilo en Canadá', relata este hombre más afortunado que otros compañeros, con los dedos congelados bajo los vendajes.
- Flujo de inmigrantes -
Tras una caminata de más de 10 kilómetros desorientados bajo la nieve, otros 'han adquirido la costumbre de llamarnos, perdidos o muertos de frío, y vamos a buscarlos al borde de la carretera', indica el cabo Paul Manaigre, de la Policía Federal de Canadá.
En virtud de un acuerdo canado-estadounidense, los demandantes de asilo procedentes de Estados Unidos generalmente son devueltos a los puestos fronterizos de Canadá, pero esto no se aplica a quienes atraviesan la frontera ilegalmente en otros puntos, como en pleno campo o en lugares donde no hay una frontera evidente.
El flujo de inmigrantes fuera de los puntos de paso tradicionales se ha acelerado singularmente desde hace algunos meses, según la Agencia de servicios fronterizos de Canadá, que desde el pasado mes de marzo ha contabilizado más de 400 entradas.
Más allá de las cifras, lo que alarma a Rita Chahal, directora del Consejo Ecuménico de Inmigración de Manitoba, son las condiciones en las que llegan estas personas.
Originarios de Nigeria, de Ghana o de Somalia, 'vienen a través de los campos y muchos de ellos se pierden (...). Estamos muy inquietos por los riesgos a los que se exponen, sobre todo en pleno invierno', estima Rita.
- A la búsqueda de un lugar seguro -
Todos dicen tener miedo de permanecer en Estados Unidos por el riesgo de ser expulsados en cualquier momento a su país de origen, donde a veces su vida está en peligro.
'¡Donald Trump!' La respuesta de Samatar Adam cae como un hacha al ser preguntado sobre la razón por la que no ha solicitado una demanda de asilo en Estados Unidos. Este natural de Yibuti, de 30 años, decidió pasar a Canadá el día de la investidura del presidente estadounidense.
'Me pone triste ver que, no solamente huyen de su país, sino de un país seguro y democrático como Estados Unidos, y que deben emprender un viaje arriesgado para venir a Canadá, otro lugar seguro', lamenta Hani Al Ubeady, un refugiado iraquí que trabaja en un centro de recepción en Winnipeg.
Voluntaria en situaciones de urgencia y responsable del pequeño diario de Emerson, Brenda Piett no había visto nunca llegar a tantos inmigrantes al mismo tiempo. Avisada por los agentes de aduanas, descubrió un grupo de inmigrantes con los calcetines empapados.
Normalmente le llegan viajeros que han quedado atrapados en una tormenta de nieve, pero esta vez hubo que instalar a los refugiados en la sala de curling. 'Las mantas eran la necesidad más urgente porque estaban congelados y agotados de caminar durante toda la noche', recuerda.
Piett se encargo más tarde de que llegaran a Winnipeg, donde unas estructuras de acogida les ayudan a gestionar sus peticiones de asilo.
Para Farhad Ahmed, el recibimiento es más cálido que en Texas (sur de Estados Unidos), a dónde llegó en 2014 tras haber huido su Somalia natal.
'En Canadá nos dieron mantas, comida y nos encontraron un lugar donde vivir mientras nuestra petición era examinada', cuenta. En algún momento, confía, podrá instalarse.
Tras un largo camino en plena noche atravesando llanuras nevadas y expuesto a ráfagas de un viento glacial, el somalí Farhan Ahmed consiguió franquear la frontera estadounidense para encontrar refugio en Canadá, huyendo, como decenas de clandestinos, de las amenazas del presidente Donald Trump.
Al igual que él, otros 22 inmigrantes han arriesgado su vida en los confines de Minnesota, Dakota del Norte y la provincia canadiense de Manitoba, exponiéndose a temperaturas de 20 grados bajo cero para llegar al hotel Emerson.
'Entraron y luego preguntaron si estaban en Canadá. Les dije: 'si, estáis en Canadá'', relata Wayne Pfiel, trabajador del único hotel de Emerson, un pueblo fronterizo de menos de 1.000 habitantes a 120 km al sur de Winnipeg.
No dudé en 'protegerles del frío, son seres humanos', explicó.
Farhan Ahmed, de 36 años, había llegado a Minneapolis (norte de EEUU, en autobús y desde ahí un hombre le llevó hasta la frontera aconsejándole que 'caminara hacia el Norte'.
'Aquella noche hacía mucho, mucho frío. Mis manos estaban congeladas y no sentía mis pies', cuenta este somalí, cuyo árido país es uno de los siete afectados por el decreto antiinmigración de Donald Trump, actualmente bloqueado por la justicia.
'Cuando supe que el servicio (estadounidense) de inmigración me buscaba, decidí probar mi suerte y pedir asilo en Canadá', relata este hombre más afortunado que otros compañeros, con los dedos congelados bajo los vendajes.
- Flujo de inmigrantes -
Tras una caminata de más de 10 kilómetros desorientados bajo la nieve, otros 'han adquirido la costumbre de llamarnos, perdidos o muertos de frío, y vamos a buscarlos al borde de la carretera', indica el cabo Paul Manaigre, de la Policía Federal de Canadá.
En virtud de un acuerdo canado-estadounidense, los demandantes de asilo procedentes de Estados Unidos generalmente son devueltos a los puestos fronterizos de Canadá, pero esto no se aplica a quienes atraviesan la frontera ilegalmente en otros puntos, como en pleno campo o en lugares donde no hay una frontera evidente.
El flujo de inmigrantes fuera de los puntos de paso tradicionales se ha acelerado singularmente desde hace algunos meses, según la Agencia de servicios fronterizos de Canadá, que desde el pasado mes de marzo ha contabilizado más de 400 entradas.
Más allá de las cifras, lo que alarma a Rita Chahal, directora del Consejo Ecuménico de Inmigración de Manitoba, son las condiciones en las que llegan estas personas.
Originarios de Nigeria, de Ghana o de Somalia, 'vienen a través de los campos y muchos de ellos se pierden (...). Estamos muy inquietos por los riesgos a los que se exponen, sobre todo en pleno invierno', estima Rita.
- A la búsqueda de un lugar seguro -
Todos dicen tener miedo de permanecer en Estados Unidos por el riesgo de ser expulsados en cualquier momento a su país de origen, donde a veces su vida está en peligro.
'¡Donald Trump!' La respuesta de Samatar Adam cae como un hacha al ser preguntado sobre la razón por la que no ha solicitado una demanda de asilo en Estados Unidos. Este natural de Yibuti, de 30 años, decidió pasar a Canadá el día de la investidura del presidente estadounidense.
'Me pone triste ver que, no solamente huyen de su país, sino de un país seguro y democrático como Estados Unidos, y que deben emprender un viaje arriesgado para venir a Canadá, otro lugar seguro', lamenta Hani Al Ubeady, un refugiado iraquí que trabaja en un centro de recepción en Winnipeg.
Voluntaria en situaciones de urgencia y responsable del pequeño diario de Emerson, Brenda Piett no había visto nunca llegar a tantos inmigrantes al mismo tiempo. Avisada por los agentes de aduanas, descubrió un grupo de inmigrantes con los calcetines empapados.
Normalmente le llegan viajeros que han quedado atrapados en una tormenta de nieve, pero esta vez hubo que instalar a los refugiados en la sala de curling. 'Las mantas eran la necesidad más urgente porque estaban congelados y agotados de caminar durante toda la noche', recuerda.
Piett se encargo más tarde de que llegaran a Winnipeg, donde unas estructuras de acogida les ayudan a gestionar sus peticiones de asilo.
Para Farhad Ahmed, el recibimiento es más cálido que en Texas (sur de Estados Unidos), a dónde llegó en 2014 tras haber huido su Somalia natal.
'En Canadá nos dieron mantas, comida y nos encontraron un lugar donde vivir mientras nuestra petición era examinada', cuenta. En algún momento, confía, podrá instalarse.