Madres sin sus hijos, sueños truncados y esperanzas destruidas dejó la masacre registrada el pasado domingo en horas de la madrugada en una discoteca gay de Orlando, Estados Unidos.
La matanza perpetrada por Omar Mateen dejó como resultado a 49 personas sin vida y a más de 50 con crítico estados de salud. El violento hecho es considerado el más grande en la historia de Estado Unidos
Detrás de la escalofriante cifra, se esconden historias de las víctimas mortales quienes durante todos los días se dedicaban a cumplir con sus deberes para poder apoyar a sus familias con los gastos mensuales.
Sin embargo, entre estos jóvenes como Juan Ramón Guerrero (22) quien había revelado hace apenas meses su orientación sexual a su familia. Era teleoperador y recientemente había comenzado a estudiar en la universidad.
Contentos y con ánimos de divertirse para alejar el estrés de la semana, estos jóvenes se dirigieron a la discoteca, sin saber que la muerte les andaba rondando solo por el simple hecho de tener otra orientación sexual.
La muerte apagó sus sueños y un asesino despiadado acabó con su felicidad y la posibilidad de regresar a sus casas y abrazar a las personas que más aman o hacerles una última llamada.