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Con “alma de guerrera”: mexicana trans brinda esperanza a migrantes indocumentados

La conmueve la reacción de migrantes haitianos, discriminados por su color de piel, que le han dicho: “no pensé que una persona así como tú fuera a ayudarme”
16.06.2022

CIUDAD DE MÉXICO, MÉXICO.-Brigitte Baltazar, una mexicana trans, vio sus sueños rotos luego de ser deportada desde Estados Unidos, donde batalló 18 años por una vida mejor. Como una forma de reconstruir esos anhelos, ayuda a otros migrantes a cruzar legalmente la frontera.

Era un chiquillo de 14 años cuando se fue ilegalmente al país vecino, donde se “molió” trabajando en la cosecha de tomates y soñaba con estudiar medicina. También hizo realidad otro carísimo deseo: su transición de varón a mujer.

Pero en abril de 2021 sintió que esos sueños “se fueron a la basura”, tras ser expulsada a México al no haber podido regularizar su residencia, cuenta Brigitte, de 35 años.

Morena, de 1,87 metros de estatura y larga cabellera teñida de rojo, se vio entonces expuesta a discriminaciones y prejuicios.

Pero su fuerza de voluntad y gratitud con quienes le dieron la mano en el pasado la impulsaron a retomar el rumbo.

“He pasado por situaciones superfuertes, entonces siempre había dicho que cuando tuviera la oportunidad de ayudar a otras personas, [lo haría] encantada de la vida”, dice a la AFP.

Como miles que son expulsados o buscan asilo en Estados Unidos, debió alojarse en un albergue para migrantes en Tijuana, donde rápidamente constató la angustia y las urgencias cotidianas.

Ver a mujeres embarazadas en riesgo o a personas agobiadas por falta de recursos o información la interpeló a ayudar de cualquier forma que tuviera a mano.

El éxodo de personas que intentan llegar a Estados Unidos atravesando México -una crisis crónica en la región- se multiplicó en 2021 con la llegada al poder del demócrata Joe Biden, que ha ofrecido regularizar a 11 millones de indocumentados.

Su predecesor, el republicano Donald Trump (2017-2021), endureció la política migratoria y presionó a México a redoblar los controles, lo que provocó la detención de más de 300.000 personas sin papeles en 2021.

- Gratitud y empatía -

En poco tiempo, la oenegé “Al otro lado” propuso a Brigitte integrarse a un proyecto de acompañamiento y orientación para migrantes.

Actualmente trabaja en un campamento que agrupa a personas beneficiarias de “libertad condicional humanitaria” (humanitarian parole, en inglés), estatus que les permite ingresar a Estados Unidos por un año para atender situaciones de emergencia.

“Tratamos de manejar los casos médicos, los más complicados primero”, explica Brigitte.

Aunque se ha sentido discriminada por comentarios callejeros, en entrevistas de trabajo y por policías que le piden identificación, esta mujer nacida en el empobrecido estado de Guerrero (sur) opta por la empatía con otros marginados.

La conmueve la reacción de migrantes haitianos, discriminados por su color de piel, que le han dicho: “no pensé que una persona así como tú fuera a ayudarme”.

Con esa generosidad intenta retribuir a personas como su “amiga del alma”, otra chica trans a quien conoció en el área gay de Chicago, que la ayudó económica y moralmente cuando “la estaba pasando de lo peor”.

“Me decía siempre: no me lo agradezcas, algún día llegará tu momento de ayudar a otras personas”, recuerda.

El amor familiar también ha sido un “motor” para avanzar desde su transición, hace siete años, y después del golpe que supuso la deportación, subraya.

-”Alma de guerrera”-

Pese a su compromiso con todos los migrantes, Brigitte experimenta una especial “conexión” cuando ayuda a miembros de la comunidad LGBTI que también quieren llegar a Estados Unidos huyendo de la intolerancia en sus países.

Los anima a “defender su identidad con uñas y dientes” y a perseverar con la fuerza acumulada por años de luchar contra la corriente.

“Como que ya tenemos esa alma de guerrera, ¿sabes?, esa alma de que yo puedo con todo”, afirma Brigitte.

En el campamento, donde abundan los rostros de cansancio e incertidumbre, Brigitte prodiga calidez mientras ayuda a los migrantes a diligenciar papeles.

Incluso se da tiempo de chocar puños y palmas con una pequeña, robándole una sonrisa y levantando el ánimo de su papá.

“Estoy en el trabajo que me encanta y me apasiona y por eso soy feliz. Estoy viviendo en un albergue y soy feliz, gracias a Dios tengo el cariño de muchas personas que nunca había conocido”, expresa.