En un inesperado anuncio desde la ventana de su estudio a los fieles que estaban en la Plaza de San Pedro, Francisco dijo que los religiosos serían ascendidos a cardenal en una ceremonia el 28 de noviembre.
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Entre los nuevos cardenales estaban también un italiano que fue predicador del papa en el Vaticano durante mucho tiempo, Raniero Cantalamessa, un fraile franciscano; el arzobispo de Kigali, Ruanda, Antoine Kambanda; el arzobispo de Capiz, Filipinas, Jose Feurte Advincula y el arzobispo de Santiago de Chile, Celestino Aós Braco y el arzobispo retirado de San Cristóbal de las Casas, México, monseñor Felipe Arizmendi.
Otro franciscano ungido fue el fraile Mauro Gambetti, a cargo de Sagrado Convento de Asís. El papa, cuando fue elegido en el 2013, decidió llamarse Francisco precisamente en honor a San Francisco de Asís. Días atrás el pontífice viajó a ese poblado en las colinas de Umbria para firmar una encíclica sobre la importancia de la hermandad.
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Como reflejo del deseo del papa de ayudar a los necesitados, Francisco también elevó a cardenal a Enrico Feroci, exdirector de Caritas, una organización caritativa católica.
Wilton, de 73 años, fue nombrado arzobispo de la capital estadounidense el año pasado. El prelado ha sido tres veces presidente de la Conferencia de Obispos de Estados Unidos.
Nueve de los nuevos cardenales tienen menos de 80 años y por lo tanto podrán elegir al próximo papa cuando se celebre el próximo cónclave. Algunos cardenales ostentan cargos poderosos dentro de la Santa Sede, y es común que los pontífices sean asesorados por ellos.
Por ahora el Vaticano no ha dado detalles del consistorio, la ceremonia formal en que los cardenales asumen sus cargos, pero ello se podría deber a las restricciones de viaje a raíz de la pandemia del coronavirus.
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