“¿Saben cuántos problemas se han estado acumulando?”, respondió Aoun cuando un reportero le preguntó si debía haber dado seguimiento a su orden.
Los comentarios de Aoun son la confirmación más clara de que los máximos líderes y funcionarios de seguridad de Líbano estaban al tanto de las 2,750 toneladas de nitrato de amonio que llevaban años almacenadas en el puerto.
La sustancia estalló el martes tras un incendio, en una explosión enorme que mató a casi 150 personas, hirió a miles y causó miles de millones de dólares en daños en la ciudad. El viernes se seguían recuperando cadáveres.
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Los investigadores están centrando su atención en el personal en el Puerto de Beirut —el principal en Líbano y que es tan conocido por su corrupción que su apodo es la Cueva de Alí Baba—, pero muchos libaneses dicen que el desastre apunta a una podredumbre mucho mayor que permea el sistema político y se extiende a los líderes máximos del país.
Aoun, que ocupa el puesto desde 2016, dijo que gobiernos previos habían cabido de la existencia del material explosivo desde que fue confiscado de un barco en 2013.
“El material estaba allí desde hace varios años, desde 2013. Ha estado allí y ellos dijeron que es peligroso y yo no soy responsable. No sé dónde fue colocado. No sé siquiera el nivel de peligro”, dijo Aoun en una conferencia de prensa.
Dijo que cuando se le informó de la situación el 20 de junio ordenó inmediatamente a las autoridades militares y de seguridad que hicieran lo necesario”.
“Hay funcionarios que deberían saber sus deberes y se les informó a todos... Cuando refieres un documento que dice: ‘Haga lo necesario’, ¿no es eso una orden?”.
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Dijo que la explosión pudiera haber sido causada por negligencia, pero que la investigación examinará también la posibilidad de que haya sido causada por una bomba u otra “intervención externa”. Dijo que le pidió a Francia imágenes de satélite del momento de la explosión para ver si mostraban aviones o misiles”.
Hasta ahora habían sido detenidos 16 empleados del puerto y otros han sido interrogados. Cartas oficiales en internet mostraron que el jefe del departamento de aduanas había advertido reiteradamente a lo largo de los años que el nitrato de amonio en el puerto era un peligro y les había pedido a las autoridades una decisión sobre cómo trasladarlo.
Equipos de rescatistas seguían buscando cadáveres entre los escombros del puerto de Beirut el viernes, casi tres días después de la explosión.
En las últimas 24 horas se recuperaron al menos cuatro cuerpos más y las autoridades dijeron que la cifra de muertos subió a 149. La explosión destruyó un gran silo de cereales, arrasó vecindarios próximos al puerto y dejó varias cuadras sembradas de cristales y escombros.
Equipos de rescate de Francia y Rusia, con perros rastreadores, revisaban la zona portuaria el viernes, un día después de la visita del presidente de Francia, Emmanuel Macron, quien prometió ayuda y urgió a que haya reformas entre el estancado liderazgo político libanés.
Varios países enviaron equipos de rescate para ayudar a localizar a los sobrevivientes de la explosión. Uno de los que fueron localizados en los escombros próximos al almacén de grano era Joe Akiki, un trabajador portuario de 23 años que estaba desaparecido desde la explosión. Decenas de personas siguen desaparecidas y en la entrada al puerto las familias esperaban a recibir noticias de sus seres queridos.
Unas 300,000 personas, más del 12% de la población de Beirut, no pueden regresar a sus casas por la explosión, que arrancó puertas y ventanas en toda la ciudad y dejó muchos edificios inhabitables. Las autoridades estiman las pérdidas en entre 10,000 y 15,000 millones de dólares.
Los hospitales dañados, que ya estaban desbordados por la pandemia del coronavirus, tienen problemas para admitir a los heridos.
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Durante décadas, Líbano ha estado dominado por las mismas élites políticas, muchos de ellos antiguos señores de la guerra y comandantes de milicias de la Guerra Civil (1975-1990). Las facciones gobernantes emplean las instituciones públicas para acumular riqueza y distribuir patrocinios entre sus partidarios. Treinta años después del final del conflicto, los cortes de energía siguen siendo frecuentes, la basura queda a menudo sin retirar y el agua corriente es en su mayoría no potable.
Antes de la tragedia, el país estaba inmerso en una grave crisis económica de la que se culpaba también a la clase política. El empleo se había disparado y el desplome de la moneda local había acabado con los ahorros de parte de la población. Esto hace que la reconstrucción tras la explosión sea un desafío todavía mayor.