Hasta el momento, casi 60,000 personas, entre extranjeros y afganos, han sido evacuadas del país desde el aeropuerto de Kabul desde el 14 de agosto, la mayoría de ellas en vuelos militares estadounidenses, según cifras de Washington. Pero una multitud sigue congregada fuera de las instalaciones esperando la oportunidad de salir.
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La Unión Europea pidió,durante una cumbre virtual del G7 dedicada a Afganistán, a Estados Unidos que garantice la seguridad del aeropuerto 'todo el tiempo que sea necesario'.
Los talibanes habían reiterado poco antes desde Kabul que se oponían a que se extienda el plazo.
Las potencias extranjeras se está llevando a 'expertos afganos', como ingenieros, aseguró el portavoz, Zabihullah Mujahid. 'Les pedimos que cesen estas operaciones', exigió.
'Tienen aviones, tienen el aeropuerto, deberían sacar a sus ciudadanos y contratistas de aquí', dijo. Pero 'no deberían incitar a los afganos a huir de Afganistán', añadió.
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Mujeres funcionarias
El lunes, los talibanes, que pusieron fin a dos décadas de guerra con una ofensiva fulgurante que les hizo apoderarse de Kabul el 15 de agosto y controlar la mayoría del país, ya dijeron que el plazo del 31 de agosto, fecha en la que estaba prevista la retirada total de las tropas extranjeras, era una 'línea roja'.'Si Estados Unidos o Reino Unido buscan más tiempo para continuar las evacuaciones, la respuesta es no (...) Habría consecuencias', advirtió Suhail Shaheen, otro portavoz del movimiento.
El presidente estadounidense, Joe Biden, quiere mantener la fecha prevista, pero también se ve presionado por las imágenes de miles de afganos desesperados y aterrados que esperan en el aeropuerto de Kabul un vuelo humanitario que les permita alejarse del régimen talibán.
Antes de la cumbre del G7, el ministro de Defensa británico, Ben Wallace, consideró 'poco probable' que Washington acepte prolongar el plazo. Pero 'vale seguramente la pena intentarlo y vamos a hacerlo', agregó a la cadena Sky News.
'La situación es francamente dramática y además cada día que pasa es peor, porque la gente es consciente de que se van acabando los plazos', abundó la ministra española de Defensa, Margarita Robles, en la radio Cadena Ser.
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En Afganistán, aquellos ciudadanos que trabajaron para gobiernos o empresas extranjeras en los últimos años, artistas o aquellas personas que defendieron la apertura del país y los derechos de mujeres o minorías, saben que son blancos de los extremistas.
El martes, en su rueda de prensa, el portavoz talibán aseguró sin embargo que las funcionarias afganas podrán volver al trabajo cuando esté 'garantizada la seguridad'.
'Queremos que trabajen pero también que la seguridad sea buena' para ello, afirmó Zabihullah Mujahid, que recalcó que por el momento las mujeres deben quedarse en casa.
'Línea roja'
La Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, advirtió que el trato que los talibanes reserven a las mujeres, especialmente en lo relativo a su derecho a la educación, representará una 'línea roja'.Bachelet, que a principios de agosto había mencionado 'informes que mostraban violaciones que podrían constituir crímenes de guerra' en Afganistán, subrayó que había recibido 'informaciones creíbles sobre graves violaciones del derecho humanitario internacional y ataques contra los derechos humanos en numerosas zonas bajo control talibán'.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió por su parte que que sólo cuenta con suficientes suministros sanitarios en el país para 'una semana'.
Los talibanes, que trabajan en la formación de un nuevo gobierno, aseguran haber cambiado con respecto a hace 20 años, cuando instauraron un régimen fundamentalista y brutal entre 1996 y 2001.
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Pero un informe de un grupo de expertos de la ONU publicado la semana pasada concluyó que los islamistas van de 'puerta por puerta' buscando gente que trabajó con el antiguo gobierno o las tropas internacionales.
Los fundamentalistas han impuesto cierta calma en la capital, donde patrullan las calles, pero el miedo sigue presente y muchos ciudadanos, sobre todo mujeres, no se arriesgan a salir.
Un núcleo de resistencia a los talibanes persiste en el valle del Panshir, al noreste de Kabul, llamado el Frente Nacional de Resistencia (FNR). Está liderado por Ahmad Masud, hijo del célebre comandante Masud, asesinado en 2001, y por Amrullah Saleh, vicepresidente del gobierno derrocado.
El lunes, los talibanes afirmaron que habían rodeado la zona de Panshir pero que preferían negociar antes que luchar. El portavoz del FNR, Ali Maisam Nazary, dijo a la AFP que se preparaba 'un conflicto de larga duración' con los talibanes si no se lograba un 'acuerdo para un sistema de gobierno descentralizado'.
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