Mientras tanto, los gobernadores y alcaldes de grandes ciudades en gran parte del país están enviando un mensaje directo a sus votantes: no esperen que la caballería federal venga a salvarlos.
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Durante la crisis, el presidente ha sido rápido para mostrarse seguro, lanzando amenazas a funcionarios estatales y locales que no acaten sus advertencias, pero conforme la pandemia sigue devastando a la nación, gran parte de ellas no se han reflejado en acciones.
Grandes distritos en Los Ángeles, Houston y los suburbios de Washington están entre los que desafían la exigencia de Trump de que las escuelas reabran por completo al iniciar el ciclo escolar. Anunciaron esta última semana que el aumento de casos de virus provocará que demoren abrir sus edificios para la enseñanza presencial.
Al mismo tiempo, los gobernadores y alcaldes en gran medida han dejado de pedir más apoyo federal. A cambio, dejan claro que dependerá de las comunidades contener la acelerada propagación del virus.
“Nuestro futuro realmente está en nuestras manos”, dijo esta semana el gobernador de Ohio Mike DeWine, un republicano.
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La precaución expresada en muchos Parlamentos estatales y ayuntamientos se opone a la optimista percepción de Trump, quien recientemente ha limitado sus comentarios sobre el virus y volcado su atención a los esfuerzos de su gobierno de reactivar la economía y atacar al presunto nominado demócrata, el exvicepresidente Joe Biden.
Sin embargo, con los niveles de aprobación pública de Trump en descenso por su manejo de la crisis, cuando faltan menos de cuatro meses para las elecciones, funcionarios federales dicen que el presidente podría necesitar cambiar a una estrategia más agresiva.
Mientras tanto, la crisis sigue empeorando. El jueves, Estados Unidos reportó más de 70,000 casos nuevos de covid-19, la mayor cantidad en un día.