Por Jill Langlois / The New York Times
SÃO PAULO, Brasil — Cuando Cleiber Bane empezó a cantar, miró hacia arriba a los peces morados, rojos y amarillos pintados a lo largo de los listones de madera de su casa en la Amazonia brasileña. Cangrejos y aves coloridas, así como un hombre indígena con un tocado de plumas azules y rojas, flanqueaban a las criaturas acuáticas, mientras que formas geométricas delineadas en negro cubrían las contraventanas.
Las imágenes, vistas durante una videollamada, eran una representación de las palabras que salían de su boca en un gruñido grave, un canto espiritual de hace siglos titulado “La Luz de Visiones Submarinas”. Es uno de los muchos cantos y mitos sagrados que él y otros miembros de MAHKU, un grupo de artistas huni kuin, representan en sus pinturas mientras recuentan su historia oral en un medio que esperan que perdure.
“Es para que no olvidemos”, dijo Bane, cuyo padre, Ibã Sales, originalmente conceptualizó a MAHKU (que significa Movimento dos Artistas Huni Kuin). “Para que en el futuro nuestros jóvenes no pierdan su identidad”.
En poco más de 10 años, este movimiento de artistas —no son un colectivo, sino personas individuales que trabajan por un mismo objetivo— se ha convertido en un elemento esencial del arte indígena contemporáneo en Brasil. Han presentado su obra en el Museo de Arte de São Paulo, la Bienal de São Paulo 2023 y la galería Carmo Johnson Projects (actualmente hay ocho artistas en MAKHU, pero ese número fluctúa).
A nivel internacional, expusieron en la Fundación Cartier de París en el 2022 y, este mes, en Art Basel Miami Beach. En la Bienal de Venecia de este año, tenían un mural de 750 metros del mito del “Puente del Caimán”, una historia sobre la separación intercontinental de los pueblos y la consolidación de la identidad huni kuin, que han dicho que funge como “una imagen central en el fortalecimiento de los lazos entre extranjeros de todo el mundo y el papel del arte como medio de resistencia”.
Sin embargo, la principal ambición de MAHKU se resume en su lema, “vende cuadros, compra tierras”. Cuando se vendió su primer cuadro, en el 2014, los miembros compraron un terreno junto a su aldea, donde esperan construir un centro cultural. Desde entonces han adquirido casas y botes para familias huni kuin, así como comida y otros artículos de primera necesidad para miembros necesitados de la comunidad.
Los huni kuin, que viven a lo largo de la frontera entre Brasil y Perú, tienen una larga historia de contacto intenso y violento con la industria del caucho, que empezó a devastar sus tierras en el siglo 19.
De tan solo 10 años, Ibã Sales ya trabajaba en la plantación de caucho en la aldea de Chico Curumim donde se crio. Para cuando era adulto, los huni kuin exigían que su territorio fuera reconocido como tierra indígena protegida, y resurgió su deseo de reconectarse con el bosque y su cultura, incluidos los cantos y mitos que con el tiempo serían representados en las pinturas de MAHKU.
Para Sales, de 60 años, su viaje de reconexión comenzó con la voz de su padre. Los cantos son una parte integral de los rituales sagrados huni kuin, que se realizan con ayahuasca, una bebida psicoactiva hecha de plantas nativas del Amazonas. Sales sabía que su padre era el guardián de estos cantos, y decidió aprenderlos mejor para transmitirlos.
Luego de una reunión en el 2009 con un antropólogo social interesado en la historia y la cultura huni kuin, Sales decidió anotar los 155 cantos que su padre podía recordar. Los tradujo al portugués en un libro llamado “El Espíritu del Bosque”. Pero había demasiado significado en los cantos —representaciones de visiones durante los rituales de ayahuasca— como para expresarlos con palabras. Así que organizó su primer taller de dibujo en el 2011.
Bane, que había sentido curiosidad por los cantos que había escuchado en voz de su padre, participó entusiasmado.
Ese primer taller fue el catalizador de MAHKU, un proyecto que Sales y Bane debutarían oficialmente en el 2013 con la esperanza de vender pinturas para reinvertir en su comunidad. Las pinturas de MAHKU son ricas caracterizaciones de su conexión con el bosque.
“Los cuadros sobre mitos replantean espacios para contar historias”, dijo Carmo Johnson, el dueño de Carmo Johnson Projects, una galería que representó a MAHKU en Art Basel Miami Beach. “Así que hay una narrativa lineal: las imágenes no se extienden por el lienzo de una manera poco convencional. Son más estructuradas.
“Pueden pintar basándose en una experiencia, un sentimiento y una visión creativa”.
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