Por Peter Baker y Dylan Freedman/ The New York Times
WASHINGTON — El expresidente Donald J. Trump contó vívidamente cómo el público en su debate culminante con la Vicepresidenta Kamala Harris estaba de su lado. Excepto que el debate se llevó a cabo en una sala vacía. Nadie “se volvió loco”, como él dijo, porque no había nadie allí.
A cualquiera le puede fallar la memoria. Pero el debate se había celebrado apenas una semana antes. Y dista mucho de ser la única vez que Trump pareció confundido, olvidadizo o incoherente. Sucede tan a menudo que ya ni siquiera genera mucha atención.
Divaga, se repite, deambula de un pensamiento a otro —algunos de ellos difíciles de entender, otros inacabados, otros objetivamente fantásticos. Se desvía hacia extrañas tangentes sobre el golf, los tiburones y su propio “hermoso” cuerpo. Se recrea de “un gran día en Louisiana” después de pasar el día en Georgia. Expresa temor de que Corea del Norte esté “tratando de matarme” cuando presuntamente se refiere a Irán. Todavía el mes pasado, Trump seguía hablando como si estuviera compitiendo contra el Presidente Joseph R. Biden Jr., cinco semanas después de que se retiró de la carrera. Con Biden fuera, Trump, a sus 78 años, es ahora el candidato de mayor edad a la Presidencia por un partido importante en la historia de Estados Unidos y sería el Presidente de mayor edad en la historia de Estados Unidos si gana y finaliza otro mandato a los 82 años.
Un repaso de las entrevistas, declaraciones y publicaciones en las redes sociales arroja señales de cambio desde que subió al escenario político por primera vez en el 2015. A menudo ha estado desvinculado de la verdad, pero con el paso del tiempo sus discursos se han vuelto más oscuros, más ásperos, más largos, más enojados, menos enfocados, más maldicientos y cada vez más obsesionados con el pasado.
De acuerdo con un análisis computacional realizado por The New York Times, los discursos de Trump en mítines ahora duran un promedio de 82 minutos, en comparación con los 45 minutos del 2016. Proporcionalmente, utiliza 13 por ciento más términos de todo o nada como “siempre” y “nunca” que hace ocho años, lo que algunos expertos consideran un indicio de envejecimiento.
Ahora usa 32 por ciento más palabras negativas que positivas, en comparación con el 21 por ciento en el 2016, lo que puede ser otro indicador de cambio cognitivo. Y usa maldiciones 69 por ciento más a menudo que cuando se postuló por primera vez, una tendencia que podría reflejar lo que los expertos llaman desinhibición. (Un estudio realizado por Stat, un medio de noticias sobre atención médica, arrojó hallazgos similares).
Trump frecuentemente recurre al pasado como marco de referencia, a menudo a las décadas de 1980 y 1990, cuando estaba en su apogeo impulsado por los tabloides. Cita personajes ficticios de esa época como Hannibal Lecter de “El silencio del labio” (quería decir “El Silencio de los Inocentes”), pregunta “¿Dónde está Johnny Carson? Traigan de vuelta a Johnny” (que murió en el 2005) y reflexiona sobre lo atractivo que era el actor Cary Grant (“el hombre más guapo”). Pregunta a sus seguidores si recuerdan el aterrizaje en Nueva York de Charles Lindbergh, quien en realidad aterrizó en París y lo hizo mucho antes de que naciera Trump.
Parece confundido acerca de la tecnología moderna, sugiriendo que “la mayoría de la gente no tiene idea de qué diablos es una app de teléfono” en un País donde el 96 por ciento de la gente posee un teléfono inteligente. Si a veces parece estancado en la década de 1990, hay momentos en los que suspira por la década de 1890, retratando esa década como el periodo feliz de la historia estadounidense y a William McKinley como su Presidente modelo debido a su apoyo a los aranceles.
Aunque algunos elementos de esto son familiares, algunos que lo conocen desde hace años dicen que notan un cambio.
Sarah Matthews, quien fue subsecretaria de prensa de Trump hasta que rompió con él por el ataque del 6 de enero de 2021, dijo que el ex Presidente había disminuido el ritmo.
“Dudo que alguien diría alguna vez que Trump es el orador más pulido, pero sus discursos más recientes parecen ser más incoherentes, y está divagando aún más y ha tenido algunos momentos de confusión bastante notables”, dijo Matthews. “Cuando se postuló contra Biden, tal vez no se notaba tanto”.
Trump descarta cualquier preocupación. “Hablo dos horas sin apuntadores y si digo una palabra un poco fuera de lugar, me dicen: ‘Tiene deterioro cognitivo’”, se quejó en un mitin reciente. Afirma que es una estrategia de comunicación intencionada y “brillante”.
Steven Cheung, director de comunicaciones de la campaña, llamó a Trump “el candidato más fuerte y capaz” y descartó sugerencias de que la edad lo ha mermado. “El Presidente Trump tiene más energía y más resistencia que cualquiera en la política, y es el líder más inteligente que este País haya visto jamás”, dijo en un comunicado.
El ex Presidente no se ha visto obstaculizado políticamente por su edad tanto como Biden, en parte porque el actual Presidente luce físicamente frágil, mientras que Trump todavía rezuma energía.
Pero durante años, de hecho, se han planteado dudas sobre la aptitud mental de Trump. Un estudio del 2022 realizado por un par de académicos de la Universidad de Montana encontró que la complejidad del discurso de Trump era significativamente menor que la del Presidente promedio en la historia de Estados Unidos. (Igual sucedió con Biden).
El nivel de complejidad de Trump se ha mantenido relativamente estable y no ha disminuido en los últimos años, arrojó el análisis. Pero las preocupaciones sobre su edad han aumentado ahora que intenta regresar al cargo.
Los expertos dijeron que era difícil juzgar si los cambios en el estilo de hablar de Trump podrían indicar efectos típicos de la edad o alguna condición más significativa.
“Eso puede cambiar con el envejecimiento normal”, afirmó Bradford Dickerson, neurólogo de la Facultad de Medicina de Harvard. “Pero si se ve un cambio en ese tipo de capacidad para hablar en el curso de unos cuantos años, creo que genera algunas verdaderas señales de alerta”.
Sin embargo, algunos que han pasado tiempo con Trump en privado insisten en que no notan ninguna diferencia.
Sam Nunberg, ex asesor político de Trump, dijo que todavía hablaba con personas que lo ven casi a diario y que no había oído de ninguna preocupación expresada sobre la edad del ex Presidente. “Realmente no veo ninguna diferencia importante”, dijo. “Simplemente no lo veo.
“Él no es lineal”, añadió. Pero “nunca lo fue”.
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