Por Dave Phillips/The New York Times
TIJUANA, México — Una camioneta tipo van llena de veteranos de Operaciones Especiales de Estados Unidos cruzó a México en julio para llevar a cabo una misión que, incluso para ellos, sonaba muy descabellada.
En el lapso de 48 horas, planeaban ingerir un extracto psicodélico de la corteza de un arbusto de África occidental, caer en un vacío de alucinaciones sombrías y luego destrozar la conciencia fumando el veneno de un sapo desértico.
El objetivo era encontrar lo que no habían podido conseguir en ningún otro lugar: alivio del trastorno de estrés postraumático y de los síntomas de lesiones cerebrales traumáticas.
“Suena un poco extremo, pero he probado todo lo demás y no funcionó”, aseguró Jason, un boina verde retirado del Ejército quien, al igual que otros en la camioneta, pidió que se omitiera su apellido.
Una larga trayectoria en combate expuesta a estallidos de armas lo había dejado luchando contra la depresión y la ira, una memoria desgastada y una concentración confusa. Estaba al borde del divorcio. Recientemente, se había llevado una pistola a la cabeza.
Los viajes de terapia psicodélica son cada vez más comunes entre veteranos militares, muchos de los cuales han hallado que la terapia les ha brindado un alivio duradero de los problemas de salud mental con los que habían luchado desde el combate.
Los propietarios de clínicas psicodélicas en México calculan que ahora tratan a unos cuantos miles de veteranos estadounidenses al año, y dicen que el número va al alza. Muchos de los veteranos tienen acceso gratuito al sistema de atención médica para veteranos de EU, pero consideran que los tratamientos estándar para problemas de salud mental relacionados con el combate son ineficaces.
El Departamento de Asuntos de Veteranos anunció el mes pasado que, por primera vez en más de 50 años, financiaría la investigación sobre terapia psicodélica. Pero mientras tanto, los tratamientos seguirán fuera del alcance para la mayoría de los veteranos, tal vez durante años.
Algunos soldados en servicio activo también están haciendo los viajes para recibir terapia psicodélica, a pesar de que corren el riesgo de ser juzgados por un tribunal militar si son sorprendidos.
Su droga preferida es la ibogaína, un alcaloide derivado de la corteza del árbol de iboga. Es ilegal en EU y se sabe que causa alucinaciones sombrías y angustiantes. Pero investigación en animales ha demostrado que puede estimular la liberación de proteínas naturales en el cerebro que reparan y reconfiguran las redes neuronales.
Algunos investigadores lo consideran un tratamiento potencial para la lesión cerebral traumática.
Las clínicas normalmente administran ibogaína en una sola dosis, seguida al día siguiente por una dosis del veneno del sapo del desierto de Sonora, un potente psicodélico que tiende a dar a los usuarios una abrumadora sensación de conexión espiritual.
Los Navy SEAL en particular se han involucrado con la ibogaína. Marcus Capone fue uno de los primeros veteranos de los SEAL en probarla, en el 2017. Luego de 13 años de despliegues de combate y entrenamiento con explosivos, le habían diagnosticado trastorno de estrés postraumático y una lesión cerebral. Se despertaba gritando por dolores de cabeza. Estaba enojado, deprimido y, a veces, se ponía violento.
Probó sin éxito la psicoterapia, medicamentos de receta y casi todo lo que los sistemas de salud de las fuerzas armadas y los veteranos tenían para ofrecer. Luego, otro veterano de los SEAL le habló de la ibogaína.
Capone dijo que regresó del tratamiento capaz de dormir, concentrarse y controlar sus emociones. Reparó su matrimonio, cursó estudios en Administración de Empresas y fundó su propia compañía.
Recientemente, investigadores de la Universidad de Stanford, en California, dieron seguimiento a 30 veteranos que pasaron por el tratamiento. El estudio arrojó que los síntomas de depresión y trastorno de estrés postraumático disminuyeron abruptamente en casi un 90 por ciento y se mantuvieron más bajos un mes después.
Imágenes por resonancia magnética mostraron que algunas regiones del cerebro de los veteranos eran más gruesas un mes después del tratamiento que antes, dijo Nolan Williams, profesor asociado de psiquiatría quien encabezó el estudio.
Después de que los veteranos llegaron a la clínica en Tijuana, hablaron sobre lo que los había llevado allí. Konnor da Luz, un veterano del Ejército que había sido alcanzado por una explosión en Afganistán, dijo: “Es como si no hubiera estado bien desde que regresé”.
Los hombres tomaron ibogaína el viernes por la noche. Varios de ellos pasaron horas vomitando.
Pero Jason estaba sonriendo y describió haber visto pequeños duendes colibríes que sanaron su cuerpo mientras el espíritu de su abuela fluía dentro de su alma.
El domingo, los hombres fumaron veneno de sapo. El efecto psicodélico dura sólo unos 15 minutos, pero muchos usuarios experimentan una gama desenfrenada de conciencia en expansión infinita.
“No fue una visión —no vi nada, pero lo sentí todo”, comentó Thomas, un francotirador retirado de las Fuerzas Especiales del Ejército.
Dijo que 10 años de terapia en el Ejército habían producido pocos avances y agregó, “esta sustancia podría haberle ahorrado mucho dinero al Ejército”.
Dos meses después, los hombres indicaron que el retiro había mejorado drásticamente su sueño, su estado de ánimo, sus relaciones y su perspectiva de vida.
Thomas reveló que había dejado de fumar y beber.
© 2025 The New York Times Company