Me gusta el hecho de que se pueda usar el humor para hablar de muchas cosas, y no veo problemas en tocar temas “sensibles” con humor. Ahora, ¿cuál será el tema central de esta columna, “bufón de la verdad”?, se preguntarán.
Hoy tocaremos un tema delicado, pero no delicado como la vajilla de platos que rompiste una vez, hablo de delicado como una bomba. Así es, hablaremos de Israel y Palestina. Here we go, o para los que estudiaron en el Instituto Central Vicente Cáceres, “vamos a hablar de eso”.
El conflicto entre israelíes y palestinos es más antiguo que el de tus tíos por los terrenos de la abuela. Las personas en el mundo se han dividido en cuatro grupos: por un lado, están las personas que apoyan a Israel por su carga religiosa, justificando cualquier acto barbárico; por otro lado, están los que gritan a voz en cuello que los actos de Israel son genocidas, como una especie de venganza por la Segunda Guerra Mundial; también están los que dicen que está bien erradicar a todos los terroristas, y piensan que por tener una toalla en la cabeza ya es un terrorista, lo cual no es así; y finalmente, están los que creen que los israelíes deben ser erradicados por completo, porque #antisemismo. Don Luchador: “¡Es que si no defiendes a Palestina, eres parte del problema! ¡Ni modo, no hay grises en esto!”.
Bufón de la Verdad: “Calma, Don Luchador, el mundo no siempre es blanco y negro. A veces es más como un montón de tonos de gris ... bien oscuros, eso sí”.
¿Qué necesitamos para que se acabe el conflicto? Que Palestina reconozca a Israel como Estado. Spoiler: no va a pasar. O que Israel levante sus restricciones. ¿Qué creen? Va a pasar todavía menos.
Ahora nos toca observar cómo dos naciones, cada una con su Dios, se destruyen por sus creencias. Ya no hay manera de que estos dos puedan convivir a menos que ambos se traguen su orgullo. Porque todos sabemos que el orgullo solo sirve para hacer reír a los dioses
