Arriesgarse con ideas propias es la máxima expresión de libertad. Las personas libres piensan creando, acercándose de manera genuina a su propio éxito. La última de las libertades humanas es la elección de la actitud personal que debemos adoptar frente al destino para decidir nuestro propio camino. Ojalá pudiéramos ser desobedientes cada vez que recibimos órdenes que humillan nuestra conciencia o violan nuestro sentido común. Ojalá nos permitiéramos serlo. Para ser realmente libres, la duda es fundamental para construir, con la colaboración de todos, esas ideas liberadoras que nos hagan más humanos, más dignos, más libres.
En el mundo al revés se nos enseña a padecer la realidad en lugar de cambiarla, a olvidar el pasado en lugar de escucharlo y a aceptar el futuro en lugar de imaginarlo. No nos debe importar perder una batalla, tener esperanza es también arriesgarse a fracasar. De hecho, piensa que el mayor riesgo en la vida es no arriesgarse nunca. Si no arriesgamos nada, no hacemos nada, y estaremos encadenados por nuestros miedos, siendo esclavos de ellos, algo que finalmente nos llevará a perder nuestra libertad. Vivimos una vida dominada por la pereza, por la evitación, por el cansancio y por la falta de esfuerzo nos estaremos perdiendo la mejor versión de nosotros mismos.
Así, si damos un paso adelante, aunque nuestros proyectos e ideas a veces fracasen hay algo que nunca perderemos: nuestra capacidad para decidir. El deseo de libertad no se extingue y, por otro, que nos han robado la sensación, incluso el sentimiento de ser libres. “Libre mercado, libre comercio, elecciones libres, medios libres, libre pensamiento, libertad de expresión, libre albedrío.La libertad se ha usado como máscara agradable de un sistema que promueve precisamente su contrario”.
¿Somos libres?