“Libre, la democracia un juego de azar”

En el vibrante escenario político de Honduras, el Partido Libre se encuentra inmerso en una serie de eventos que, lejos de sorprender, parecen confirmar las expectativas de muchos observadores. El coordinador general del partido, Manuel Zelaya, ha llevado a cabo una purga que ha dejado a varios altos dirigentes fuera de juego, demostrando que, en ocasiones, la democracia interna es tan flexible como la interpretación de una buena canción. Las recientes elecciones internas del partido presentaron una competencia que podría describirse como “David contra Goliat”, si David hubiera olvidado su honda y Goliat hubiera sido el director de orquesta. Rixi Moncada, mano derecha de Mel, se erigió como la favorita, mientras que Rasel Tomé, aparentemente sin el auxilio divino, luchaba por mantenerse a flote. Los números no mienten, o al menos eso esperamos. Según datos del Consejo Nacional Electoral, el Partido Libre registró 106,422 votos entre nulos y en blanco, una cifra que supera con creces a sus competidores. Este fenómeno podría interpretarse como una expresión de descontento, confusión o, simplemente, como una tendencia a la abstracción artística en las urnas. Las denuncias de compra de votos, retención de identidades y alteración de actas han sido tan frecuentes que uno podría pensar que están siguiendo un guion preestablecido. Figuras reconocidas dentro del partido han alzado la voz, aunque sus denuncias a menudo suenan más a susurros en un viento fuerte. La situación actual de Libre invita a una reflexión profunda sobre su rumbo. Las luchas internas, las acusaciones de irregularidades y el aparente distanciamiento de la base sugieren que el partido está navegando en aguas turbulentas. Mientras tanto, el pueblo hondureño observa, posiblemente, con una mezcla de incredulidad y resignación, preguntándose si alguna vez llegará a puerto seguro o si, simplemente, está siendo parte de un espectáculo que se repite una y otra vez.