Realmente es inquietante y triste no entender el impacto y consecuencias del fenómeno del cambio climático en el mundo.
Fenómenos hidrometeorológicos han sido comunes en muchos países creyéndose que ya estamos en el Apocalipsis con inundaciones destructivas, temperaturas extremas, poblados e infraestructuras desaparecidas, sequías con impactos severos en la producción agropecuaria, e incendios forestales que cada año se vuelven más destructivos, impactando en el ambiente y las fuentes de agua que acrecientan los niveles de pobreza en muchas ciudades del mundo.
Nuestro país no es la excepción; cada año se presentan lluvias torrenciales con daños en nuestras infraestructuras endebles, destruyendo grandes extensiones de cultivos y áreas de pastoreo.
Quizá el problema más preocupante son los incendios forestales, los que todavía estamos enfrentándolos directamente, sin entender al fuego como factor importante en el manejo del bosque; además, seguimos desconociendo las verdaderas causas de estos fenómenos. Las temperaturas extremas no son las causas de los incendios, sino más bien uno de los factores que contribuyen en la intensidad y propagación de los mismos, y esto sumado a los combustibles existentes, topografía y vientos hacen que se vuelvan impredecibles en su comportamiento; por consiguiente, requieren mayor atención dentro de las políticas institucionales si consideramos al bosque como una de las riquezas más importantes que tenemos, por sus innumerables funciones, sus productos, por el agua, por la protección de la fauna, por su aporte como áreas de esparcimiento y en la reducción de inundaciones, deslizamientos y derrumbes.
Hay resentimiento en la población campesina, porque no les es fácil obtener madera para arreglar su rancho mientras ven pasar camiones cargados de madera, y todos estos factores hacen que el presente año la incidencia de incendios sea impredecible.