Tegucigalpa, Honduras
Compartimos que diversos sectores, populares, estudiantiles o particulares, se solidaricen por la condena, considerada injusta, contra el joven universitario Kevin Solórzano, pero rechazamos, desde todo punto de vista, la hipócrita protección de políticos cínicos que buscan nomás nutrir su ego y pintar su desfigurada imagen con el dolor ajeno.
Durante los dos años que llevó el insufrible juicio para declarar culpable a Solórzano, jamás habíamos visto o leído tanto “amor” o “solidaridad” por parte de actores de la política vernácula que caen de uno y otro lado “llorando inconsolables” su calvario. Intuyen malévola la justicia y cuando les conviene también se la pasan por el arco del triunfo.
Nos parece penoso y reprensible que un nido de políticos pícaros y unos cuantos novatos aprendan sus mañas de buscar adeptos a costillas del daño a una familia ante la cual se muestran tiernos si nunca han visitado a Kevin ni en sueños en la prisión. Ahí deben acompañarlo una noche. Tal vez amanecen vivos en medio del hacinamiento.
Si no es mucha la molestia, inviten al joven y a cientos de reos en la cárcel de Támara, Francisco Morazán, a comerse una baleada con huevo y queso, de esas que a lo payaso se atoran todos ustedes en sus vulgares cruzadas políticas en barrios y colonias. Si el apoyo y sus lágrimas son ciertos, ¿por qué dejaron solo al universitario frente a los jueces?
Si nada tuvo que ver con la muerte del exfiscal Edwin Eguigure, ¿cuántos hondureños de todos los estratos están pagando condenas siendo honrados y nadie brinca por ellos? ¿Cuántos de ustedes tienen hijos que habrían cometido delitos, atropellando y matando inocentes y a puro cuello político evitaron su encierro en una bartolina?
Si “mueren” por Kevin, ¿por qué solo se muestran dolidos con él en un año electoral? Desde su captura, noviembre de 2014, jamás los sentimos ni los vimos gritando y urgiendo su libertad. Se miran, como siempre, vividores, bandidos de esquina que solo esperan un descuido de sus mártires para saciar sus apetitos, pero cuando se roban el país y transan la ley se hacen los locos.
¡Bárbaros!...