Para el pueblo hondureño y la comunidad internacional no fue buena idea que la presidenta Xiomara Castro rompiera el tratado de extradición con Estados Unidos de América. Esa equivocada decisión, sin duda alguna, traerá -en primer lugar-, negativas consecuencias al pueblo hondureño; en segundo lugar, al gobierno y su administración, y, por último, a ella y su familia.
La mandataria, al dar por terminado el tratado de extradición, expuso su real identidad en la parcialización, encubrimiento y protección con los que ejercen la narcoactividad nacional e internacionalmente.
Eliminar el tratado de extradición es abrir los portones de Honduras al libre tráfico de drogas y a toda la corrupción absolutamente. ¡Basta de corrupción!
Por largos años los hondureños hemos venido viviendo bajo el yugo de la industria de la corrupción, el narco estado que estableció Juan Orlando Hernández con los políticos y funcionarios corruptos cómplices, fue altamente destructivo, y ahora, continuamos en lo mismo.
Con una familia presidencial, cuyos miembros han sido mencionados en los juicios de narcotraficantes en la Fiscalía del Distrito Sur de New York. Un exsecretario del Congreso Nacional ligado a la narcoactividad, gobernando a placer y por doquier, manteniendo a sus pies la junta directiva actual del Legislativo y controlando el accionar del Congreso Nacional, negociando y nombrando a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y al Fiscal General, etcétera. ¡Basta de corrupción!
“Es urgente ocuparnos de los jóvenes y niños, varones y hembras, quienes están creciendo en esta cultura de corrupción, adoptando paradigmas distorsionados alejados de los valores morales y éticos”.
Continuando, lamentablemente la presidenta Xiomara Castro perdió la visión, desestimando la bendición que Dios y el pueblo le concedieron al convertirla en la primera mujer presidente de la nación. Al asumir el cargo, su investidura presidencial, poder y autoridad, la entregó en manos de su esposo Manuel (Mel) Zelaya Rosales, despreciando y botando al basurero la delegación de Dios y del pueblo.
Infelizmente, la presidenta Xiomara Castro, desde el inicio de su mandato, permitió el ingreso de brujos, hechiceros e idólatras en Casa Presidencial para hacer limpias espirituales malignos, según ellos.
Un demonio no saca a otro demonio, es inaudito, es un insulto a Dios, concediéndose autoridad a estas fuerzas del mal trastocar el orden en la gobernanza del Estado, dando la espalda a Dios, perturbando su corazón, olvidando que Dios es quien quita y pone reyes. Estos actos abominables a Dios, traerá graves consecuencias.
De hecho, las consecuencias se pueden ver a simple vista, solo caos y confusión se observa en los poderes del Estado y división en su propio partido político, generalmente los proyectos que inician no los terminan; sumándose el recién narco vídeo en el cual involucra a la familia presidencial, su cuñado, su esposo y ella misma en el negocio del narcotráfico. Graves consecuencias.
Queda planteado.