No fue una victoria aplastante, pero tampoco resultó tan reñida como se esperaba. Donald Trump volverá a dormir el 20 de enero en la Casa Blanca y, a partir de ese momento, el mundo empezará a sentir olas de inquietud que proyectará la nueva administración de Washington, tanto a países aliados o “amigos”, como hacia aquellos con los que existen brotes de tensión.
Nadie debe extrañarse si la llamada Segunda Guerra Fría sufre un giro significativo o, al menos, un estancamiento estratégico, mientras todas las fuerzas involucradas en este conflicto global de baja intensidad evalúan el camino que Trump impondrá en su segundo mandato, al que, por cierto, llega con más poder, mayor ambición y una determinación inflexible para imponer su sello.
El escenario mundial ha cambiado desde que dejó el Despacho Oval. En cuatro años, las grandes potencias, Estados Unidos, China, Rusia y la Unión Europea han movido sus piezas de manera muy diferente a la primera “era Trump”. En este momento, el mundo es observador de dos peligrosos focos de guerra, uno creado por la invasión rusa a Ucrania y el otro por los agitados frentes que libra Israel en Medio Oriente, dos conflictos en los que Washington está involucrado.
Cuando asumió la presidencia en 2017, Rusia ya tenía control sobre Crimea, pero aun así, su relación con Putin no fue tensa. Totalmente diferente fue con la China de Xi Jinping, pues el expansionismo comercial de la potencia asiática, más su influencia en el mar de China Meridional, hicieron que la tensión estuviera a flor de piel. Hoy en día China tiene una mayor presencia e influencia global.
Lidiar con aquel Putin no será lo mismo esta vez. El dictador ruso, ahora más cercano y amigo de Xi Jinping, se sabe con fuerza para avanzar en la Segunda Guerra Fría y advierte que no tolerará más intervención occidental en Ucrania, bajo amenaza de que el conflicto puede llegar al ámbito nuclear.
En la OTAN y la Unión Europea hay mucha inquietud tras el triunfo de Trump. No olvidan el mal trato al que fueron sometidos por Washington entre 2017 y 2021. El presidente estadounidense llegó a amenazar con abandonar la OTAN, aduciendo que no era equitativa la distribución de los costos y que Washington cargaba más de la cuenta con el financiamiento de la estratégica alianza militar, la cual, hoy en día, es el principal pilar para la defensa de Ucrania por el apoyo que le brinda.
China ha aumentado su fuerza comercial y puede ser que intente presionar por el tema de Taiwán. Los líderes taiwaneses, igual que los europeos, ya se han pronunciado con cierto temor sobre el futuro. No parece que Trump transmita confianza a sus principales aliados estratégicos.
Como seguramente Latinoamérica será vista como “patio trasero” por la administración “trumpista”, hay incertidumbre por las olas que llegarán. México no buscará confrontación con su vecino. La presidenta, Claudia Sheinbaum, parece dispuesta a continuar con la política de su antecesor, Manuel López Obrador, quien mantuvo un discurso de “soberanía”, aunque aceptaba “solicitudes” de su vecino en materia de migración, narcotráfico y trata de personas.
Javier Milei y NayibBukele fueron los primeros en felicitar jubilosamente a Trump por su victoria y se anticipa que serán sus principales aliados regionales. Hay que esperar para ver qué línea seguirá el nuevo Departamento de Estado hacia países bajo dictaduras, como Cuba, pero principalmente Nicaragua y Venezuela, que juegan a “democracia”, cuando son autocracias, por cierto cercanas a Rusia y China.
El caso de Guatemala es muy especial. Donald Trump facilitó que en 2019 se pusiera fin a la guerra anticorrupción y la administración de Joe Biden le ha dado un espaldarazo total y determinante al presidente Bernardo Arévalo. En este país, situado a la cabeza del llamado “triángulo norte” de Centroamérica, los grupos vinculados a la corrupción lanzaron al vuelo las campanas para aplaudir la derrota demócrata, pues esperan que cambien los aires y cesenlas sanciones, al menos las de EEUU.
Cerca de 300 funcionarios y empresarios han recibidosanciones por ser calificados como “corruptos y antidemocráticos”. Ahora esperan que les retornen las visas que les fueron retiradas por la administración Biden.
Hay que tener en cuenta que varios países como México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Republica Dominicana y Venezuela, principalmente, son causantes del flujo de migración irregular hacia Estados Unidos, y Trump promete “tolerancia cero” y la deportación de millones de indocumentados. Esto será foco de tensión con muchos países y sus ciudadanos.
Y, finalmente, hay que esperar la “ola antiambientalista” con la que marcó su salida. Trump no es defensor del medio ambiente, y por eso sacó a Estados Unidos del Acuerdo de París, al que Biden regresó.
Si este 2024 será –según pronóstico– el año más caliente de la historia, el 2025 puede ser el más caliente... políticamente, a nivel global.
Muchos cambios se avecinan. Las olas pueden ser desde grandes, gigantes o llegar a ser auténticos tsunamis. El tiempo dirá.