JOH en su primera toma de posesión, 27 de enero de 2014, dijo: “Me comprometí a combatir la corrupción en todas sus formas, de frente, sin cuartel, dando la cara, en todo momento y se encuentre donde se encuentre… Dignidad y honestidad arriba, para exigirlas en igual medida de los servidores públicos de todos los niveles y reclamarla de todos los actores sociales, económicos y políticos de Honduras… El país entero debe asumir un compromiso histórico frente a este flagelo que, por acción o por omisión, hemos permitido que avance sobre muchas de las actividades públicas y privadas del país. Daremos el ejemplo… y asumimos decisiones inquebrantables para combatir la corrupción y construir una transparencia activa, efectiva y contundente... Me comprometí con un Estado eficaz y un gobierno pequeño, honrado, eficiente y austero, con servidores públicos honestos, activos y capaces de producir resultados. Ratifico hoy este compromiso en todos sus términos…”. Recordé el poema “Toíto te lo consiento” de Rafael de León: “¡Qué encanto! ¿Verdad?, ¡Qué duende, qué sentimiento, pero qué estilo, qué voz! Creo que se nos saltaron las lágrimas…” a siete millones de hondureños crédulos. Fue preciso, conciso, contundente, “Voy a hacer lo que tenga que hacer… caiga quien caiga”. Y volvimos a caer los incautos. Su gestión anterior fue proactiva contra la delincuencia común, crimen organizado y narcotráfico que antes disimularon fomentando la corrupción como actividad descomunal e institucionalizada, a tal grado que aun no se les deduce responsabilidades a gobernantes y funcionarios corruptos. El crimen del IHSS dejó de ser emblemático para convertirse en el mayor distractor de un país que urge sean castigados todos sus delincuentes políticos y empresarios que siguen disfrutando del poder total sin disimulo. Razón por lo que la justicia ha perdido total credibilidad. Los pocos saqueadores que cayeron están resguardados en un batallón. ¿Por qué si merecen estar en El Pozo? Es un pésimo precedente. ¿A quiénes protegen?, ¿temen que cuenten quiénes contaban la cuantía que robaron a la salud de miles de necesitados? Malditos corruptos. El fiscal fisicoculturista que desluce ensartado en vestimenta inadecuada para su cargo recién presentó un informe de su desempeño colmado de operativos contra las redes delincuenciales que nos azotan desde siempre y cuyos resultados han sido considerados buenos, hasta con extraditados a pedido de la justicia gringa. Sabe más de lo que calló por conveniencia, no mencionó a los capos políticos y empresarios que sin un requerimiento, juicio y sentencia condenatoria tranquilamente nos golpean el rostro diciéndose prohombres legisladores y funcionarios. Hay que reconocer el espectáculo numérico, que sirve para justificar la abstracción de la corrupción que nos destruye como Estado de derecho, país y sociedad, que arraigada e institucionalizada controla la justicia y todo lo que aquí se mueve. La lista de corruptos es interminable y está al alcance de la mano, frente a ellos, sin esconderse y sin temor alguno. Contubernio. El escándalo montado en la última captura es la misma tragicomedia donde no están todos los que deben estar, al faltar familiares y conexos y cientos de reconocidos delincuentes, que deseamos tener presos recuperando su latrocinio, porque este estreno sin final no justifica la reelección del fiscal que no cumplió la promesa de JOH, que en su segunda toma de posesión olvidó el “caiga quien caiga”. ¿Entonces?