La burguesía en su afán de buscar nuevos mercados y de esta manera más ganancia, anida en todas partes del mundo. Las mercancías circulan con una velocidad nunca antes vista, y con ello, por supuesto, los problemas sociales, medioambientales y todo tipo de enfermedad.
La dificultad es que el capitalismo globaliza el mercado, pero no la solidaridad humana. El desarrollo de las fuerzas productivas genera condiciones de vida atractivas y un cierto confort, lo que ocurre es que en el campo laboral expulsa a miles de trabajadores, lo cual hace que se acumule, por un lado, la pobreza, pero en el otro extremo la riqueza, y en los últimos tiempos, la riqueza extrema.
Para la Organización Internacional del Trabajo (OIT), este año 2020, el desempleo, en el mundo, alcanzaría unos 188 millones de personas y el subempleo llegaría a unos 480 millones. Esto implica que un 13% de la fuerza laboral global estaría infrautilizado.
Para la humanitaria organización Oxfan, el 1% más rico de la población mundial posee más del doble de riqueza que 6,900 millones de personas. La dinámica del sistema está orientada hacia la concentración de riqueza, sin límite.
Esto ya es un peligro para la sobrevivencia humana. Si ya el sistema económico dominado por las políticas de ajuste económico, el neoliberalismo, estaba mostrando enormes contradicciones que se expresaban en una lucha por el control de las fuentes de materia prima y de mercados, con la pandemia del covid- 19 los problemas aumentarán.
Los efectos de la pandemia no solo tendrán un impacto en la economía, se disminuirán los gastos en los servicios públicos, aumentarán los procesos migratorios; generando con ello mayores niveles de conflictividad entre naciones y más niveles de discriminación racial y cultural. Aumentarán las amenazas globales. Con la depresión económica de 1929 hubo necesidad de aplicar una serie de medidas anticrisis.
La llegada al poder, en los Estados Unidos, de Franklin D. Roosevelt, con ideas progresistas, permitió que se implementara una serie de políticas financieras, construcción de infraestructura como puertos, aeropuertos y carreteras, promoción social en ayudas para los jubilados y desempleados; todo esto con una política fiscal que obligaba al pago de impuestos a los que más tenían.
Del presidente Roosevelt es aquella frase que “Por tanto, ante todo, permítanme asegurarles mi firme convicción de que a lo único que debemos temer es al temor mismo…”. Aquella figura política se convirtió en el colchón que salvó al capitalismo de una crisis que parecía no saldría airoso.
Los estadounidenses y el sistema capitalista ya no cuentan con ese liderazgo, la única propuesta que tiene el presidente Trump, ante la crisis que vive Estados Unidos y el mundo, es la confrontación y la amenaza de guerra. El gobernante estadounidense tiene pretextos, no tiene propuestas constructivas.