Querida mascarilla: Espero que al recibo de la presente te encuentres bien guardada y libre de novedad. Escribo estas líneas con sincera emoción por nuestra anunciada despedida, esperada desde hace varios meses, pero dilatada por circunstancias comprensibles. A pesar de ser inevitable, pensé que este día no llegaría... y es que parece que fue ayer cuando iniciamos este viaje en común, lleno de vivencias y desventuras.
Cuando supe a fines de 2019 que la gente se enfermaba de una extraña gripe allá por China, no imaginé que en un par de meses iniciaríamos esta forzada relación. Ya había utilizado, años atrás, “máscara quirúrgica”: en el hospital donde nacieron mi hijo e hija, y cuando visitaba enfermos, como medida de precaución. Antes solo había visto “tapabocas” médicos en los rostros de personal sanitario, pues los de pintores y fumigadores son diferentes.
¡Ah! ¡También en las fotos de japoneses, que los emplean cuando viajan en el tren subterráneo y hay mucha contaminación en sus ciudades!De más está decir que, cuando empezó todo esto de la pandemia de la gripe, no te teníamos a ti y a ninguna de tus compañeras en casa. Sin embargo, precavido y debido a un largo viaje en avión, compré una caja de mascarillas quirúrgicas sencillas, a un módico precio. No sabía entonces que, en pocas semanas, te harías esquiva y te cotizarías en alza, al punto que tener suficientes unidades era como una bendición.
Para entonces ya estábamos encerrados en casa con nuestras familias, cuidándonos los unos a los otros y solo te necesitábamos cuando era menester salir y frecuentar lugares concurridos. Por esos días nos enteramos que había varias de tu clase: higiénicas, FFP1, FFP2, FFP3, KN94, N95, KN95, etc. Algunas con válvula y otras sin ella. En poco tiempo, nos volvimos “casi” expertos en su utilización, distinguiendo las unas de las otras, aprendiendo sus usos correctos e incorrectos y, de paso, qué tipo de protección ofrecían y para quien eran convenientes.
Vimos como el alcohol, tú y las de tu tipo, escasearon a ratos, llegándose a los extremos -en otros países y el nuestro- de acapararles, traficar y hacer sucios negocios, para infortunio de no pocos. Quienes no podían darse el lujo de comprarte se las ingeniaron e hicieron primas tuyas con tela, al inicio blancas y luego de variados diseños, brindando oportunidades únicas de ganar algo de dinero a muchas personas que se quedaron sin trabajo ni ingresos en medio de la pandemia que ya tenía nombre.
Nuestras orejas adoloridas se acostumbraron a portarte, mientras descubríamos que los ojos (espejo del alma) no sustituyen nunca una hermosa sonrisa. No me preguntes cómo, pero nos las arreglamos para hablar poco y expresar emociones, aun con tu presencia odiosa y extenuante. Podría decir más, pero no me quedan ganas. La verdad es que, después de tres años, estoy harto de ti y espero no tener que depender nunca más de tus ahogos. Vete y no vuelvas. Si te necesito, te buscaré. Gracias y hasta nunca.P.D.: Es en serio.