Columnistas

Confines de la poesía

De los que carece. La creación estética mediante la palabra (como en su especificidad las otras artes) se extiende hasta el límite que conciba el cerebro, virtud esta que se asemeja a dios pues el denso pensamiento (y la imaginación) resisten toda frontera. No hay, filosófica o prácticamente, horizonte finito para el evento de escribir y ocurrirá un día en que la sonda espacial Voyager 2 verá en el espacio exterior a Don Quijote o cuando compruebe que el concepto kafkiano del poder es similar a la estructura del universo. La poesía (la buena, obvio) es el más elevado sitio de experiencia íntima y personal, equiparable sólo a la magia y misterios de la naturaleza exterior.

Y de allí que ocurrírsele a los maestros Salvador Madrid y Mito Galeano, respetables íconos de lo intelectual hondureño, convocar a un encuentro destinado a gozo y disfrute público de la poesía en Gracias, departamento de Lempira, no pueda sino calificarse como excepcional.

A fines del pasado mes arribaron a la antañona urbe para ejercitar ese grato oficio verbal --espacio en que sobrevive la sala en que discutían los magistrados del gran juzgado o Audiencia de los Confines (1544), en algún momento liderados por el fraile protector de indígenas, Bartolomé de las Casas--, unos cuarenta y cinco poetas originarios de catorce países (Centroamérica, República Dominicana, Rumania, Rusia, México, continente europeo, zonas árabes, EUA, Sudamérica, otros) que en sus propios idiomas al inicio, con traducción sucesiva, asombraron a los asistentes en Casa Galeano y Casa de la Cultura con sus creaciones. En mis largos años de vida jamás había asistido a evento tan monumental de culto a la palabra, de incienso a la inspiración.

No trataré sobre la gestión financiera previa y los preparativos para lograr la misión propuesta porque sería de alabar y alabar. Baste aseverar que Madrid, Galeano y su equipo voluntario montaron una gesta de cultura inigualada en Honduras, ni siquiera en su vanidosa capital a lo extenso de décadas. Conferencias, lecturas, debates, conciertos, exposiciones de pintura y fotografía, entrevistas, feria del libro, contactos locales e internacionales, autores discretos y extrovertidos, tv, internet, firmas de autógrafos y espontánea amistad en el maravilloso marco social y ecológico de una abundante naturaleza histórica y ambiental que apabulla. Éxito pleno.

Si bien nada es perfecto, cosa obvia. El Festival Poesía de los Confines es demasiado abierto al orbe, debería restringirse su alcance, digamos a Latinoamérica pues si no los recursos no alcanzan (un boleto aéreo desde Indonesia cuesta mil salarios locales). Segundo, debe activarse en intenso la vinculación ciudadana pues leer poesía sólo entre poetas es como masturbarse, excusen la grosera metáfora, hizo muchísima falta el pueblo. Y, en tercer espacio, debe validarse mejor el procedimiento del premio de poesía que otorga el festival pues nadie sabe quién realiza el inicial filtro o primera selección de obras participantes y puede manipularse, el acta del jurado es pobre (conoce sólo siete obras) y los tiempos de anuncio del galardón son precipitados (el premio se declara el último día festivo).

Con todo, experiencia excepcional.