“Resulta que Herodes Antipas se había casado con Herodías, la esposa de su hermano Filipo, y Juan lo había reprendido, diciéndole: «No te está permitido tener a la esposa de tu hermano...»”.
El evangelio de Marcos nos relata un hecho histórico muy revelador de la Judea del siglo I: un profeta, reconocido-inclusive- entre las castas privilegiadas, se daba a la tarea de reprender públicamente los pecados de la clase política de su tiempo.
Para Juan no había diferencia entre increpar al pueblo o a los políticos. Sobre esto, cito la certera observación a este detalle histórico de la teóloga y doctora hondureña Iris Barrientos:“
Todo indica que Juan disfrutaba del beneplácito y simpatía del rey. A pesar de eso, no se corrompe. Es un profeta que anuncia el reino, pero también denuncia las inmoralidades, aún las de la clase política. Para un profeta como Juan, lo mismo es predicarle al pueblo común que a la corte, cualquiera sea el pecado.
No hace alianzas con la inmoralidad. Su integridad es evidente. No se deja coludir. Entiende que guardar silencio también es complicidad. No coquetea con el poder. Desnuda las falencias de los gobernantes cuando no cumplen con su papel de servir como modelos”.
La Iglesia ha sido llamada a ser sal y luz para el mundo. Sin embargo, parece que esta es todo lo contrario al ejemplo modelado por Juan el Bautista. Las Iglesias Católica y Evangélica hondureñas se han convertido en una furcia religiosa y cuando más afortunada, en una consorte del poder político, o sea, el matrimonio entre el trono y el altar.
Como ejemplo histórico podemos citar el famoso Concordato entre la Iglesia Católica y el Tercer Reich, también llamado Reichskonkordat, del 20 de julio de 1933.
Una suerte de maridaje firmado en nombre del Papa Pío XI por Eugenio Pacelli, quien posteriormente se convertiría en el Papa Pío XII y sería famoso por su silencio durante la deportación de los judíos que permanecían en Roma en 1943, unos ocho mil, entre otras perversidades. Hitler en persona ordenó ejecutar la detención el 6 de octubre de ese año y todo sucedió “ante las ventanas del Papa”.
Este Concordato sigue vigente hoy día.Pero en un escenario más cercano en el tiempo y realista en lo social, podemos citar el pobre y vergonzoso papel de las Iglesias Católica y Evangélica de Honduras en sus relaciones con el poder político en las últimas décadas, las cuales sin mucho esfuerzo han conseguido ser “holladas por los hombres...”, han perdido el respeto y la credibilidad de la sociedad, se han llamado al silencio ante la corrupción y maldad de los políticos y se han amancebado con los poderosos. Han perdido la capacidad profética de Juan el Bautista y se han desviado por el camino de Balaam.
La Iglesia necesita urgentemente divorciarse del poder político de turno. Debe limpiar sus vestiduras, pedirle perdón al pueblo por abandonarlo, recobrar su independencia y credibilidad, retomar su misión de anunciar y denunciar sin importar quién gobierne y estar dispuestos a poner el cuello bajo el filo de la espada, antes que inclinar la cabeza ante los corruptos o poderosos.
No se trata de cambiar de marido cada cuatro años, como la samaritana, sino decirle a esta: “porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido...”.Hoy más que nunca necesitamos una Iglesia al estilo y modelo de Juan el Bautista, pero nunca al estilo de Juan “el Hernández”, tal como fue hasta hace muy poco.