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Del idealismo al oportunismo

Unificación Democrática (UD), se constituyó en el quinto partido político legalmente reconocido al ser inscrito el 28 de enero de 1994 por la Administración de Callejas.

Su formación resultó de la integración de los partidos Para la Transformación de Honduras, Revolucionario Hondureño, Morazanista de Liberación Nacional, Renovación Patriótica, de orientación izquierdista, ninguno con personería jurídica.

Previamente se había otorgado amnistía por delitos políticos, el 10 de julio de 1991, lo que posibilitó el retorno a Honduras de quienes habían debido marchar al exilio.

El PUD fue el primer partido de izquierda que logró inscribirse, “después de setenta años de existencia de esa fuerza en el país”, de acuerdo con Matías Funes. Su declaración de principios enfatizaba su carácter hondureñista, apego a la identidad nacional, soberanía, derechos humanos con el objetivo de buscar el poder político por la vía de las urnas, “sin que ello implique alejamiento respecto a las luchas diarias del pueblo”.

Su primera participación electoral ocurrió en 1994 con Matías Funes como candidato presidencial, compatriota prematuramente fallecido, de trayectoria intachable en lo personal, profesional, político, por ello respetado por sus compatriotas.

Tales nobles postulados gradualmente se fueron diluyendo, reemplazados por la conveniencia personal, el ventajismo, el concubinato, incorporándose al oficialismo en las ramas ejecutiva y legislativa a cambio de los altos salarios, favores y canonjías de tipo diverso otorgadas por los entonces titulares del Congreso Nacional como estrategia de cooptación de la oposición.

Así, su caudal electoral fue disminuyendo progresivamente al comprobar las bases partidarias que sus dirigencias habían abandonado el idealismo, dejándose seducir por el tacto y olfato numismáticos. “De partido electoral se fue transformando en electorero”.

Aquellos dirigentes honestos rápidamente se percataron del desviacionismo imperante por una facción que llegó a controlar los cargos directivos, por lo que optaron por retirarse.

Tal como observó Funes, “...UD ha rehuido una clara definición ideológica”, a efecto de acomodarse a la línea política ordenada por el partido en el poder, Nacional o Liberal, en tanto otros permanecieron en estos partidos “...que criticaron en su temprana juventud, argumentando que lo hacían para ‘transformarlos’ desde adentro, aunque la vida demuestra que los verdaderos transformados son ellos”.

En los recientes comicios del pasado noviembre, la ciudadanía castigó tales aberrantes posiciones, al punto que no obtuvieron representación alguna ni a nivel de alcaldes ni de diputados, defraudaron totalmente a quienes, en algún momento, confiaron en sus directivos creyendo que representaban genuina alternativa al tradicionalismo político. Hoy, con base en el fracaso electoral, ha dejado de existir jurídicamente.