Se informa que el Vaticano, por medio del Dicasterio para la Cultura, Educación y Servicio del Desarrollo Humano Integral, ha abjurado de la doctrina papal que se remonta al siglo XV, cuando se emitieron dos bulas, una por Nicolás V con el título Dum Diversas (1452 ), y la otra por Alejandro VI, Inter Caetera (1493), concedieron el reparto del mundo desconocido para Europa, allende del “mar océano”, para ser repartido entre las dos naciones pioneras en los viajes de exploración del Atlántico: Portugal y España, auspiciados por los monarcas Enrique el Navegante y Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, respectivamente (La Tribuna, 30 marzo 2023).
Se buscaba alcanzar una ruta comercial alterna para llegar al continente asiático bordeando África, ya que en 1453 los turcos se habían apoderado de Constantinopla, capital del Imperio Romano Bizantino, entrada a la ruta terrestre que conducía a China, India y las islas de la especiería (actual Indonesia).
La agencia papal explica que tal doctrina “justificó y legalizó la colonización de América y África”, el primer documento autorizando “capturar y subyugar sarracenos y paganos”, en tanto el segundo fue producto de la protesta oficial portuguesa por conceder en exclusiva a su rival España la totalidad del las tierras que el navegante genovés “descubriera” en su primer viaje transatlántico, por lo que la bula papal modificó la línea original trazada de polo a polo, lo que le permitió a Lisboa reclamar como suya la costa y el interior brasileño (Tratado de Tordecillas).
Continúa explicando el comunicado del Vaticano que ambas bulas papales “generaron un concepto jurídico que amparó la colonización, el derecho exclusivo de extinguir el título o la posesión de dichas tierras a las poblaciones indígenas...”.
Se preguntará el lector ¿qué derecho tenían los papas para otorgar a dos reinados europeos, en monopolio, el dominio de pueblos y tierras ajenas? La respuesta radica en que los pontífices, además de ser autoridad religiosa, también lo eran en el campo político, y la Cristiandad occidental aún permanecía unida bajo su autoridad, ya que los cismas a su interior ocurrieron posteriormente, en el siglo XVI.
Tales bulas deben ser interpretadas como armas ideológicas justificativas de conquistas y sometimientos de naciones aborígenes, formando pieza clave para la llamada “conquista espiritual”, a cargo de la Iglesia, al igual que el requerimiento, emitido verbalmente, en castellano, cuando los navegantes contactaban a indígenas, constituyendo un ultimátum de rendición, so pena de exterminio.
En la visita que el papa Francisco realizó a Canadá, grupos nativos le pidieron renegara de tal doctrina, la que de acuerdo con el Foro Permanente de las Naciones Unidas para las Cuestiones Indígenas “sigue vigente”.
El pontífice, además de pedir perdón (lo que también imploró en Brasil), advirtió que “la comunidad cristiana no se deje contaminar por la idea de que existe una cultura superior a otras y que es legítimo usar medidas de coacción contra los demás”.
Aún prevalece la mentalidad colonialista entre ciertos intelectuales tercermundistas, alienados e identificados con el vencedor y no con el vencido; con el esclavista, no con el esclavo; con el conquistador, no con el conquistado; con el imperio, no con las colonias. Rechazan y reniegan de su cultura original, de su fenotipo, añorando vivir en la metrópolis y olvidarse de sus raíces ancestrales.