cada momento esta pequeña historia se agiganta, nos salpica de sangre y se vuelve en cada instante más trágica... Considero que debemos entrar a una reflexión profunda como ciudadanos.
Estamos enfrentando una serie de problemas que si bien, al final de la madeja, tienen sus raíces estructurales y sistémicas, en una primera aproximación son accesibles a la conciencia colectiva inmediata y está en nuestras manos hacer algo. Redirigir el curso natural de la tragedia. Desviarla del fatalismo con que está sucediendo.
Este accidente me recordó uno que presencié en la avenida Gutenberg hace algún tiempo. En ese caso, el mayor daño no fue la agonía y muerte del motorista, fue el impacto, el “choque” que causó en la vida del conductor del automóvil sobre el cual literalmente se subió un motorista con todo y motocicleta a una velocidad bestial y en contravía.
A ese señor casi le da un infarto cuando escuchó a los paramédicos decir que el motorista ya estaba expirando y que mejor muriera porque si no iba a quedar parapléjico.
Esa situación ya es cotidiana, la vivimos a diario los que manejamos o nos transportamos en un vehículo propio o público y todos los días la historia se repite y “el 90% de los accidentes se deben a fallas humanas” (DNVT).
Se dice que el muchacho buscaba desesperadamente una medicina para su hija enferma. ¿Es o no es estructural el problema? Pero no es una emergencia nacional… nadie lo considera así y representa el segundo lugar en muertes en la “vida” nacional. Representaría un gasto, no una inversión. ¿Qué peste nos ha agarrado de las entrañas y no nos suelta?
El problema pasa prácticamente desapercibido, lo inmediato, lo urgente está en otras esferas del crimen, como si no fuera criminal no educar apropiadamente a los conductores de vehículos e iniciar una campaña nacional y a todo nivel sobre la seguridad ciudadana y la educación vial. La muerte motorizada es una epidemia que se está llevando las vidas de nuestras gentes, familiares, amigas, conocidas o desconocidas.
Es criminal no hacer nada y dejar que se sigan matando, en este caso, por llevar una medicina a casa. Estamos ante una situación compleja y difícil de resolver, situación límite y perfectamente mortal, que parece no tener salida, pero sí la tiene. Asumimos la responsabilidad o no la asumimos. Mañana puede ser uno de nosotros. Juan, Felipe, Laurita… un hijo, un padre, una secretaria, un chofer cualquiera…
La única vacuna contra este sinsentido mortal es la educación y la alerta oportuna. Estamos ante una emergencia de gravísimas consecuencias. Hasta las bestias más salvajes se conmueven ante la presencia de la muerte.
Nosotros tenemos la potestad de actuar en consecuencia con lo que nos rodea y libre albedrío para hacer algo o dejar el cause mortal seguir su camino de dolor y desaliento.